Un millón de disculpas. He estado sin ordenador y me he dado cuenta que no colgué aquí en el blog otros capítulos de otras historias así que ahora haré una revisión y los colgaré. Como siempre (si hay alguien que aún sigue aquí) espero que os guste!
_________________________________________Capítulo 17___
Berto no llevaba ni una semana en la ciudad y ya había empezado a atosigarme, no sabía como hacerle entender que tenía otras cosas que hacer además de distraerlo. Aún no entendía que yo tenía un trabajo con un horario que debía cumplir y que después de trabajar no tenía ganas de encerrarme en la guarida toda la tarde con él. Seguramente unos meses atrás no me hubiese importado, pero desde que estaba con Mia, prefería pasar el rato con ella que escuchando a mi primo hacer el fanfarrón.
Cuando le pregunté a Berto que tenía pensado hacer con su vida, más bien cuando le insinué que podría estar bien que se buscara un trabajo o algo que hacer, se descojonó en mi cara. Estaba claro que su intención no era otra que estar por casa el tiempo justo para que a sus padres se les pasara el enfado y le volvieran a abrir el grifo.
El jueves, después de que se pusiera muy pesado, me encontré con él en la guarida, nos tomamos unas cervezas y estuvo insistiendo en que saliésemos esa noche. Al final pude convencerlo para dejarlo para el día siguiente, además de trabajar por la mañana, esa noche yo había quedado con Mia.
― Tengo que irme― le dije finalmente, él me estaba contando no se que historia que le había pasado en Berlín (creo) y yo no había dejado de mirar el reloj.
― Pero si es prontísimo― replicó mirando la hora, y era cierto, a penas eran las nueve.
― Lo sé, pero he quedado con Mia para ir al cine.
― ¡Joder con tu puta novia! Te has vuelto un muermo, tío― se quejó, yo solo pude rodar los ojos ante su acusación.
― Ella no piensa lo mismo― me burlé.
― Capullo arrogante― rió él también― siempre te han perdido los coños. Aunque no imagino el portento que debe ser Mia en la cama para que pierdas así el culo por ella.
― Eso nunca lo sabrás― contesté mientras me levantaba y me ponía la chaqueta― ¿Te quedas?
― Sí, voy a tomarme un par de cervezas más y luego me iré a casa...
― Vale, luego hablamos.
Le besuqueé solo para incordiarle antes de acercarme a la barra y pagarle a Jim lo que habíamos tomado hasta el momento, volví a despedirme con la mano y después me fui. Pasé a recoger a Mia por su casa y fuimos a cenar unas hamburguesas antes de irnos al cine. Charlamos un poco de todo y nada mientras cenábamos hasta que llegamos al tema del viaje, habíamos decidido que iríamos durante semana santa pero aún no habíamos escogido el destino. Mia no estaba muy segura de donde ir, no había visto mucho mundo y cambiaba de opinión cada cinco minutos. A mi me daba bastante igual, la verdad, aunque prefería ir a un sitio en el que hiciera calor, estaba hasta los cojones del puto frío.
― ¿Qué me dices de San Petesburgo?― preguntó.
― Que hace un frío de la hostia y que para entrar en Rusia necesitamos un visado.
― Oh ¿Y Praga?
― Mia, por favor, céntrate en lugares cálidos. Preferiblemente un lugar donde haya playas paradisíacas y en el que tu único atuendo sea un bikini muy fácil de quitar― ella me miró divertida.
― Si todo lo que quieres hacer es follar podemos hacerlo aquí, no hace falta que gastes el regalo de tus padres para ello.
― También quiero hacer submarinismo y beber mojitos tumbado en la playa― le respondí poniendo ojitos.
― ¡Fantástico!― ironizó― pues entonces vayámonos a Bali a tomar el sol― ella no lo decía en serio pero a mi me pareció una idea cojonuda.
― Bali suena bastante bien― respondí. Ella me miró incrédula.
― Ir a Bali es muy caro― yo me encogí de hombros.
― Pagan mis padres.
― Eres imposible...― se rindió.
― Mañana haré las reservas.
Tras la cena nos encaminamos hacia el cine, hicimos la cola para comprar las entradas y luego para comprar las palomitas. Estuvimos entretenidos durante todo el metraje. Salimos comentando la película y volví a llevar a Mia hasta su casa.
― Creo que mi madre va a querer conocerte― me informó cuando la acompañé hasta su portal.
― Supongo que ya que has conocido a toda mi familia es justo― respondí mortificado.
― No es por eso― me aclaró― pero si vamos a ir de viaje juntos creo que se quedaría más tranquila.
― Eso suena bastante lógico.
― Entonces ¿quieres venir a cenar mañana?
― Le he prometido a Berto que mañana saldríamos― refunfuñé.
― Entonces el sábado.
― El sábado― estuve de acuerdo. Entonces me besó y no con un beso de “buenas noches y hasta mañana”, me besó con ganas y yo me dejé hacer hasta que agarró mi polla por encima de la ropa, bueno, en ese momento me seguí dejando hacer.
― Pórtate bien mañana― me dijo metiendo su mano dentro de mis pantalones― nada de enrollarte con guarrillas de discoteca.― Yo me reí ante su petición.
― Lo prometo, nada de guarrillas. Solo me enrollaré con chicas borrachas que se tiren a mis brazos y me exijan que las bese.
― ¡Qué imbécil eres!― me gruñó. Pero poco me importó lo que me dijo porque ella había empezado a desabrochar sus vaqueros.
No echaba un polvo en un portal desde mis días de adolescente cachondo, y mientras estaba allí, follándome a Mia contra la pared, recordé porque había perdido ese hábito; siempre había alguien que quería entrar o salir. El vecino del cuarto le pilló a ella subiéndose las bragas y a mi guardándome la polla. Por suerte era un tipo joven que solamente nos miró divertido y subió las escaleras rápidamente.
― No te mortifiques más― le pedí a Mia que se había puesto un poco histérica― y agradece que no llegara un minuto antes― me reí.
― Eres idiota...
― Lo soy, pero no he sido yo quien ha empezado a meterte mano en el portal― ella entrecerró los ojos y me miró con fingida rabia.
― Pero me has metido mano en sitios menos adecuados.
― Lo sé― respondí sonriendo como un tonto y recordando la vez que le había metido mano en el metro sin ningún tipo de decoro.
A mi plan de “juerga salvaje con Berto” se apuntó rápidamente Piti que no tenía nada que hacer esa noche y ya conocía a mi primo de la guarida. Berto se presentó a las nueve de la noche en nuestra casa hecho todo un pincel, yo no estaba para hostias. Llevaba todo el día con dolor de cabeza y sentía que me estaba subiendo un resfriado, de lo único que tenía ganas era de meterme en la cama con una sopa, una buena peli y, puede, de que Mia viniera a hacerme mimitos. Berto y Piti sólo me dijeron lo que yo ya sabía, me había convertido en una nenaza ¿desde cuando un resfriado me dejaba en casa un viernes por la noche? Piti, al más estilo Alfred Pennyworth
me preparó un Frenadol, me obligó a tomármelo y después de eso Piti hizo que me metiera en la ducha. Me vestí en un periquete y quince minutos después estábamos saliendo de casa.
Cenamos en un japonés donde además de ponernos finos de sushi y sashimi, nos hartamos a beber cerveza. Me reí de los pobres intentos de Berto de ligar con la camarera y luego lo maldije cuando nos hizo pillar el metro y hacer un transbordo interminable para irnos hasta el culo del mundo, bueno, hasta el culo del mundo no, hasta Buen Pastor
, que para un viernes por la noche estaba más o menos igual de lejos.
― ¿Pero a donde coño vamos, tío?― le gruñí mientras nos guiaba por una calle que se veía chunga de cojones.
― Tengo un colega que me dará una buena pasta por vuestros órganos vitales― contestó sarcásticamente― ¿Tú qué crees joder? Vamos a pillar. Hay un camello que vive por aquí y tiene la mejor coca de toda Barcelona.
― ¿En serio? ¿Nos haces venir hasta Buen Pastor a estas horas, un viernes, a por coca? ¿No podías haber venido antes?― me quejé.
― Es que no me apetecía venir solo ¿vale? Esto está en el puto culo del mundo.
― No me había dado cuenta― refunfuñó Piti.
Ya podía ser realmente buena la coca... El camello daba bastante miedo, es decir, hay canis y canis pero ese sin duda era un caso para Hermano mayor
, joder un poco más y no salimos de ahí con todos los órganos, y no precisamente porque Berto los hubiera vendido. Respirando con un poco más de tranquilidad volvimos sobre nuestros pasos hasta el metro, y de vuelta a la civilización.
― ¿Ahora dónde?― preguntó Piti.
― Bueno, hay un concierto...― empezó a decir Berto― ¿Te acuerdas de mi colega Darío?
― Vagamente ¿es aquél que creía que era un gángster negro del Bronx?― contesté haciendo que mi primo y Piti se partieran de risa.
― Sí, ese― confirmó Berto― Pues al final se ha hecho rapero y hoy da un conciertillo en un local del centro, me ha invitado y le prometí que iría... así que vamos ¿no?
― Te odio― proclamé― y odio el rap, más si viene de un flipado que se cree 50cent.
― ¡Venga hombre! No será tan malo. Además tengo unos asuntos que tratar con él.
― ¿Te debe pasta?― intuí.
― Siempre he dicho que eres realmente inteligente― Piti nos miraba divertido.
― Sí, Sherlock Holmes a mi lado parece un tronista
.― Un par de paradas después se subieron al metro un par de chicas; una de ellas era un pivón y la otra tampoco estaba para nada mal. Se sentaron enfrente nuestro y empezaron a charlar, Berto que se había emocionado con el pibón decidió darles conversación.
― Buenas noches― les saludó.
― Hola― contestaron al unísono mirándolo con escepticismo.
― ¿Os vais de fiesta?
― No, a una conferencia de neurocirugía― le contestó sarcásticamente la no tan buenorra haciendo que su amiga, Piti y yo nos riésemos.
― Hay que hacer cola con antelación para esas cosas, seguro que hay por ahí estudiantes de medicina acampados desde ayer con con sus sacos de dormir recitando el juramento hipocrático para hacer más amena la espera― solté yo.
― Exacto― sonrieron ambas― ¿A dónde vais vosotros?― se interesó la buenorra nº1 mirándome apreciativamente.
― Nos lleva a Guantánamo― dije con pesar.
― Es un exagerado― afirmó Berto― vamos a un concierto.
― De rap malo― añadí.
― Es un amigo nuestro.
― Un conocido tuyo― le corregí yo haciendo que las dos chicas volviesen a sonreír.
― Debéis de ser muy buenos amigos si le acompañáis a un concierto que os horroriza tanto― comentó la buenorra nº2.
― En realidad es mi primo― expliqué― y sólo voy porque; 1, este sinvergüenza se ha pasado tres años viendo mundo y me ha obligado a salir, y 2, porque no tenía ni idea de dónde íbamos.
― ¿Y tú?― le preguntaron a Piti― ¿por qué vas tú?
― No tenía nada mejor que hacer, supongo― Joder que soso era Piti a veces.
― Sí, tú disimula pero eres tan horrible como él― intenté arreglarlo― veréis, estoy encubando una gripe y los muy desalmados me han obligado a medicarme y a salir igualmente. Mañana seguro que estoy malísimo con fiebre, tos, mocos que no me dejaran respirar por la nariz, y dolor de cabeza.
― Oh vamos, no seas exagerado― protestó Berto― ni que te estuvieras muriendo de ébola. Además no es tan mal plan, el concierto solo durara un rato.
― No se yo...― fingí seguir protestando.
― ¿Estarías más contento si las convenzo para que vengan con nosotros?― preguntó Berto. Casi se me escapa la risa porque nuestras tristes técnicas para ligar no se le habían olvidado.
― Mucho más― respondí
― Vosotros no estáis bien de la cabeza ¿verdad?― se rió la buenorra nº1.
― Por favor― les pedí llevándome las manos al pecho―seguramente termine tirándome a las drogas, y he tomado Frenadol por lo que no se que efectos secundarios pueda ocasionarme, si me dejáis solo con ellos y escuchando rap del malo.
― ¿Es que existe rap del bueno?― ironizó la buenorra nº 2.
― Creo que acabo de enamorarme de ti― le dije yo― choca esos cinco― le pedí alzando la mano. Ella sonrió y choco la mano conmigo.
Terminamos por convencerlas de venir con nosotros. La más buenorra se llamaba Clara y la otra, que era claramente más interesante a causa de sus comentarios sarcásticos, Daphne. De camino al local donde se iba a producir el horrible concierto Piti y yo dejamos que mi primo intentara seducir a Clara y nosotros dos fuimos charlando alegremente con Daphne, aunque ella mostraba una clara preferencia por mi. Llegamos al sitio y tuve que admitir que estaba muy bien, me había esperado un antro y no lo era para nada. Había un montón de gente así que tuvimos que abrirnos paso hasta la barra donde pedimos unas copas y seguimos charlando. También tuve que reconocer que me lo estaba pasando bastante bien y que en otros tiempos, es decir, en la época pre-Mia, ya me hubiera intentado follar a Daphne. Tras estar por allí un rato y después de un par de gintonics, el concierto empezó. Me encontré a mi mismo viendo como Darío había cambiado su estilo del Bronx con uno un poco más acorde a su tono de piel (vamos el tío era más blanco que un vaso de leche); llevaba unas rastas que le llegaban hasta el culo y por fin había dejado atrás las cadenas y medallones de oro, en ese momento parecía que quería convertirse más en un clon de Rapsusklei
que de Jamal el que vendía crack en la esquina de la octava con la novena. El tipo además estaba destrozando de manera magistralmente obscena un género musical por el cual yo tampoco sentía ningún afecto.
― ¿Por qué no seré sordo?― exclamé.
― Algo malo habrás hecho para merecer esto― me contestó Daphne entre gritos.
― Voy a salir a fumar antes de que me de un síncope.
― Te acompaño― después de comunicar que íbamos fuera un momento, salimos nos fumamos un par de pitillos― ¿Sales con alguien?― me preguntó finalmente Daphne.
― Sí― respondí dándome cuenta que era la primera vez que respondía afirmativamente a esa pregunta.
― Lo suponía― dijo divertida― llevo haciéndote insinuaciones desde hace una hora.― Yo sonreí porque obviamente me había dado cuenta.
― No lo había notado―bromeé. Ella no parecía disgustada ni tampoco dispuesta a pasar al acoso.
― Me alegra saber que me ignoras porque tienes novia y no porque crees que soy un cardo.
― Oh vamos... sabes que estas muy lejos de ser un cardo― dije lo que ella quería oír. Y también la verdad, porque puede que su amiga estuviera más buena pero ella era también digna de veneración.
― Bueno, no es lo mismo que te lo digan que saberlo.
En cuanto volvimos en a entrar parecía que el concierto había terminado, o al menos que estaban haciendo una pausa. Hablando con mi amado primo, Piti y Clara estaba Darío.
― ¿Te acuerdas de mi primo el guapo?― le dijo Berto a Darío pasando su brazo por encima de mis hombros y acercándome más a ellos.
― ¿En serio me presentas así?― bufé.
― Eres mi primo y eres muy guapo― se burló él.
― También acierto todas las palabras en los roscos de Pasapalabra― refunfuñé.
― Vale, pues ¿te acuerdas de mi primo el guapo y listo?
― Así mejor.
― Sí, claro que me acuerdo― contestó Darío aguantando la risa. Ambos nos saludamos.
― ¿Seguro que no sois un dúo cómico?― nos preguntó Daphne a Berto y a mi.
― Lo estamos estudiando― aseguró Berto.
― Ajá― metí baza― aquí nuestro manager, Piti, está negociando con José Luís Moreno
.
― ¿Con quién?― preguntó Clara.
― Pero mujer ¿es que no sabes nada?― me exasperé― ese que que hacía galas en TVE, que creía que era ventrílocuo y regalaba muchos ordenadores ¡cuantos jóvenes habrán podido estudiar gracias a él!
Y nos perdimos en un debate absurdo sobre Luís Moreno que degeneró en otras tonterías televisivas, seguimos bebiendo con las chicas y con otras personas que Darío nos presentó y ya puestos, y como la íbamos ido a buscar al quinto pino, nos metimos algo de coca.
A medida que la noche fue avanzando quedó bastante claro que Clara pasaba de la cara de mi primo, pese a sus intentos de conquistarla ella se mantuvo firme y con el rato y visto que nadie se iba a enrollar con nadie, ni yo con Daphne ni Clara con Berto, ellas se fueron a su aire. No se si se marcharon a otro sitio o simplemente se perdieron entre la gente, el caso es que pese que Daphne me había caído bien, no las echamos en falta aunque Piti y yo tuvimos que pasarnos media hora escuchando como Berto se quejaba de que hubieran pasado de él. Nos animamos de nuevo rápidamente y para cuando sonaron las tres, Berto y Piti iban hasta el culo de coca y ginebra, no es que yo no me hubiera puesto fino también, que lo había hecho pero con bastante más moderación que ellos, aún así llevaba un pedo importante también.
― ¡No dejéis que me enrolle con nadie!― les supliqué en un momento dado y mostrando claros signos de ebriedad.
― ¿Pero es que además de tener novia le eres fiel?― preguntó Berto muerto de la risa.
― Es algo que jamás pensé que vería― dijo Piti.
― Estoy muy enamorado ¿vale?
― ¿Enamorado? A ti lo que te han hecho ha sido una lobotomía...― murmuró mi primo.
― Berto, la gente madura― expliqué dignamente. Él me miró mal y se llevó a Piti a intentar engatusar a otras chicas.
Mi autocontrol se puso a prueba mucho antes de que lo me hubiera gustado; al cabo de un rato seguía por allí con los chicos bebiendo y riendo cuando una preciosura de tía se acercó a mi. Y joder... ¡qué tía! olvidaos de que he dicho que Clara era un pibón, Clara al lado de esa chica era la hermana fea de Cenicienta, vamos ¿en serio? ¿de dónde había salido? Era alta, morena y delgada pero no flacucha, tenía un cuerpo bonito con curvas sutiles, pero con las curvas que las mujeres deben tener. Su cara era una obra de arte; rasgos ligeramente exóticos, unos pómulos de supermodelo y una boca que gritaba “bésame” o “hago unas mamadas increíbles” depende de lo sucia que cada uno tenga la mente ¿por qué el universo me ponía pruebas tan difíciles de superar? Le sonreí cuando se plantó a mi lado.
― Hola― me saludó mostrando una bonita sonrisa.
― Buenas noches― contesté sin quitarme los ojos de encima.
― Me llamo Dani― se presentó extendiendo la mano.
― Dick― respondí encajando divertido.
― ¿Qué nombre es ese?― quiso saber sin soltarme la mano.
― Mi madre es holandesa― me expliqué― ¿el tuyo viene de Daniela o debería preocuparme que tengas un pene muy bien escondido dentro de esos pantalones?― Joder ¿cómo le decía esas cosas? por suerte ella se rió.
―Me has pillado, soy un hombre― bromeó.
― Creí que esas cosas solo pasaban si te ibas a pasar un fin de semana loco en Las Vegas. Entonces el padrino imbécil saca el tema durante su brindis en la boda “Dick ¿te acuerdas esa vez que te enrollaste con ese travelo? Tranquilo, amigo, con esa luz nos hubiera engañado a cualquiera― ella volvió a reirse realmente divertida.
― ¿Tú has visto muchas películas, no?
― Oye guapa― el capullo de Berto se puso en medio de nuestra charla― no pierdas tiempo con él, tiene novia.
― Pues claro que sí― expresó ella con pesar.
― Yo en cambio estoy libre como un pájaro― Berto era idiota. Me hizo gracia que ella solo le dedicara una mueva.
― Ya bueno... un placer conoceos a los dos.― Dio media vuelta y se fue.
― ¡Tío!― exclamé indignado― ¿por qué coño te metes?
― ¿Qué ha pasado con eso de “no dejéis que me enrolle con nadie”?― Ahí tenía un punto.
― Lo se― reconocí― Mia― me recordé a mi mismo― Pero ¿tú la has visto?― protesté.
― Joder claro que sí ¿por qué siempre encuentras a tías así?― el enfurruñado entonces era él― no hay derecho tío.
― Eso digo yo...― Y entonces otra chica vino hasta nosotros, era por lo visto amiga de la tal Dani y empezó a contarme una historia de lo más entretenida.
― Mira, guaperas... mi amiga Dani tiene un problema y creo que como el caballero que estoy segura que no eres deberías echarle una mano.
― Cuéntame más― le pedí realmente entretenido.
― Como has podido ver ella es realmente un bombón― yo asentí con la cabeza― y mira, si solo fuera eso pues me daría rabia y pensaría ¡qué te den, zorra! pero es que a parte de eso es un sol, es encantadora y buena persona, muy divertida también pero la pobre tiene un gusto pésimo en hombres, bueno, no exactamente― la chica divagaba un montón.
― Creo que te estás yendo por las ramas.
― Cierto. Al grano Amaia― se dijo a si misma― Ves al tío ese, el rubio que está enrollándose con ese putón de culo escuálido― eché un vistazo con disimulo y encontré al susodicho― pues resulta que es un cabronazo, Dani está muy enamorada de él y él la trata como si fuera su puta personal. No es que tengan nada serio, pero vamos... esta noche la ha hecho venir hasta aquí y cuando ha llegado él ya estaba comiéndole la boca a ese esperpento. Así que hemos urdido un plan; encontrar al tío más buenorro del local y que este, es decir tú, se enrolle con Dani para que ese imbécil pruebe un poco de su propia medicina.
― ¿Yo soy el tío más buenorro del local?― pregunté encantado de la vida.
― Ajá.
― Bien― entonces suspiré― creo que puedo ayudar a tu amiga― y llamé a la chica que volvió abochornada.― ¿Sabes? Deberías haber empezado por ahí― le hice saber.
― Me pareció un poco patético.
― Quiero que sepas que ese tío me parece un gran gilipollas―realmente me lo parecía, vamos... en serio ¿qué le pasaba?― y que deberías pasar de él. Estás sumamente buena y esa a la que le está comiendo los moros no te llega ni a la suela de los zapatos.
― Vaya... gracias.
― Dicho esto, como me ha halagado que me designéis como el tío más buenorro del local y en el fondo soy un alma caritativa, creo que no pasaría nada si te ayudo a montar un poco el show.
― ¿Estás seguro?― quiso asegurarse.
― Todo sea por una buena causa― proclamé. Y porque hacer un poco el tonto con esa Helena de Troya no iba a hacer daño a nadie ¿verdad?
La arrinconé contra la pared y empecé a acariciar su cuello con mi nariz mientras reseguía su cuerpo con mis manos, joder a parte olía realmente bien. Esperaba que desde fuera pareciese que le estaba metiendo mano y besándole el cuello, pero la verdad es que no toqué nada indebido y tampoco la besé. Como le prometí estábamos montando el espectáculo, aunque eso no evitó que me empezara a poner cachondo.
― Creo que tu amante nos ha visto― susurré después de unos minutos de no tan inocente magreo― ¿No va a pegarme, verdad? Parece cabreado.
― No se si puedo garantizar tu seguridad, pero como te pegue le voy a dar yo una paliza a él. No tiene ningún derecho a cabrearse.
― Bueno, los tíos no siempre pensamos con la cabeza correcta― eso último se lo dije prácticamente rozando mis labios con los suyos.
― Dick...― murmuró sin apartarme― creo que yo tampoco estoy pensando muy claramente, debería correr un poco el aire entre nosotros― No había mucha convicción en su voz.
― ¡Joder, tienes razón!― Nos separamos un poco el uno del otro y vi como el tipo se acercaba con cara de malas pulgas.
― Daniela― pronunció su nombre de manera nada amable.
― ¿Qué coño quieres, Dante?― le ladró ella. A mi se me escapó una risilla, no lo pude evitar. Me miró divertida antes de volver a encarar al tal Dante que nos estaba fulminando con la mirada.
― ¿Cuando has llegado?― le demandó en tono inquisitivo.
― Hace un buen rato, iba a saludarte pero parecías ocupado y me he encontrado a Dick por el camino― le explicó con la misma sonrisa deslumbrante que me había dedicado a mi minutos antes y abrazándome mimosamente.
― Genial, si has acabado de zorrear con este...
― ¿Este qué?― Quise saber con qué nombre iba a designarme.
― Mira guaperas, esto no va contigo―me gruñó.
― Pues yo creo que si, porque yo estaba aquí pasándomelo de lujo con ella y vienes tú, que no se quien coño eres a estropearme la noche ¿eres su novio?― le escupí.
― ¡Já!― exclamó Dani.
― No― admitió él― pero...
― Pues venga, machote― le corté― si no es tu novia, ni eres su padre ya te estás dando la vuelta y marchándote. Tu putilla de esta noche está a punto de largarse cabreada― observé― A ver si aprendes un poco, hombre― le estaba machacando... pobre imbécil― tienes las entradas demasiado pronunciadas para seguir comportándote como un capullo.
Entonces agarré a Dani y me la llevé de allí dignamente hasta otro rincón el que seguimos tonteando descaradamente. Para mi cordura ella se comportó bastante bien, es decir, no se me lanzó al cuello porque de haberlo hecho mi reacción no hubiese sido nada buena, es decir, me la hubiese follado allí mismo sin importarme una mierda quien estuviese mirando. Porque una cosa era que yo no diera el paso, pero si ella lo hubiese intentado no creo que mi autocontrol lo hubiera soportado. El tal Dante finalmente se marchó y la chica, después de darme las gracias como un millón de veces se despidió también. Yo volví con Piti y mi primo que me pusieron ambos mala cara.
― No te ha durado mucho esto de ser fiel― comentó Berto como si no quiere la cosa.
― Lo cierto es que no he hecho nada― y les expliqué lo que había pasado con Dani.
― Ese tío es gilipollas, ella era una diosa ¿por qué iba querer follarse a otra?― se preguntó Piti.
― No lo sé... porque yo solo he pasado un rato con ella y estoy increíblemente cachondo― lo estaba joder.
Para rematar la noche bebimos un poco más y nos quedamos hasta que nos echaron del local porque iban a cerrar. De nuevo en la calle y más perjudicados de lo que yo había estado un mucho tiempo compramos algo de comida a uno de los vendedores ambulantes y como iba borracho, no había sucumbido ante los encantos de la tía más buena que había visto en mucho tiempo y a los dos idiotas que iban conmigo les faltaban tantos tornillos como a mi, terminamos debajo de la casa de Mia. Hicimos patéticos y horribles intentos de cantarle una serenata mientras los tres nos descojonábamos, la gente que empezaba a salir de sus casas para ir a trabajar, porque el sol ya estaba saliendo, nos miraba mal pero no hubo señales de Mia.
― Shttt. Voy a llamarla― exclamé abrazado a una farola.
― Joder― se quejó Piti― ¿No has podido pensar antes en eso?
― No he oído que tu lo sugirieras, genio― contraataqué. Saqué el móvil y llamé a Mía, ella contestó después de algunos timbrazos con la voz algo ronca.
― ¿Dick, pasa algo?― También sonaba preocupada.
― ¡Mia!― exclamé yo absolutamente borracho― estoy debajo de tu casa, sal al balcón que te cantaré una serenata.
― ¿Pero que dices?― ella no entendía nada― Dios, son las siete y cuarto de la mañana ¿estás borracho?
― Muuucho― reconocí― pero es que me he dado cuenta que te quiero.― Ella bufó.
― ¿De verdad estás debajo de mi casa?
― Sip.
― No te muevas de ahí― seguí abrazado a la farola mientras que mi primo y Piti estaban medio en coma apoyados contra un coche.
― En serio ¿qué hacemos aquí?― preguntó Berto.
― Vosotros habéis insistido en venir.
― ¿Cuando?― quiso saber Piti.
― Cuando he dicho que yo iba a venir a ver a Mia.
― No me acuerdo― Entonces apareció Mia en pijama y zapatillas de ir por casa, despeinada, con las marcas de la almohada en la cara y viéndose absolutamente adorable. Aunque un poco cabreada.
― ¿Es que no tenéis nada en la cabeza?― nos gritó.
― Oye nena― le dijo Berto― no grites. Nosotros solo hemos venido a dar apoyo moral.
― Mia, no te enfades― le pedí tambaleándome hasta ella.
― Dios, Dick ¿cuánto has bebido?
― Un poco. Pero Mia me he dado cuenta que te quiero de verdad― ella suavizó su expresión y los dos idiotas que iban conmigo se rieron detrás de mi. Me giré para fulminarlos con la mirada pero solo sirvió para que me desequilibrara.
― No sabes lo que dices― susurró Mia.
― Que si, deja que te cuente lo que me ha pasado esta noche.
― Oye, nosotros nos vamos― gritó Piti.
― Si, si... como queráis― que se fueran, me importaba un pepino. Yo ya estaba con Mia.
― Venga, subamos antes de que la líes más― me ordenó Mia― intenta no hacer ruido vale. Mi madre está a punto de levantarse.
Lo de no hacer ruido no se si lo conseguí, mientras subíamos en el ascensor empecé a explicarle, supongo que de forma nada coherente, las revelaciones que había tenido esa noche. Desde que por primera vez había contestado que si a la pregunta de si tenia novia a como había resistido a la tentación. Realmente no se muy bien lo que le dije, ni tampoco como llegamos hasta su cuarto, se que me quedé dormido en cuanto Mia hizo que me tumbara en su cama.