miércoles, 20 de mayo de 2015

Capítulo XVIII


CAPÍTULO 18

                   “Si pudiera volver otra vez hacia atrás 
 repetiría mil veces todo lo que hemos pasado”          
 Anticiclón (Leiva e Ivan Ferreiro)

Me desperté que pensaba que me estaba muriendo. No solamente tenía una resaca horripilante sino que además el resfriado estaba atacando con todas sus fuerzas, mi nariz estaba totalmente congestionada y estaba seguro que en breves empezaría a toser como una vieja y fumadora empedernida madame. Cuando abrí los ojos, a parte de encontrarme como una mierda, estaba de lo más deshubicado, no había estado antes en casa de Mia por lo que me llevó un par de segundos comprender que estaba en su habitación. Me estaba levantando, un poco avergonzado por la manera en que había llegado allí, es decir, lo de la serenata y mi patética declaración de amor cuando ella entró en la habitación, no parecía exactamente feliz pero tampoco enfadada.
― Buenos días, bello durmiente― me saludó con sarna. Yo le dediqué una mueca― ¿Qué? ¿Tenemos resaca?
― Me encuentro fatal― reconocí― perdona, no quería montarte un número esta mañana.
― ¿En serio querías cantarme una serenata?― se rió.
― ¡No te burles de mi!― le pedí― en ese momento me parecía una idea estupenda― y me volví a sentar en la cama cruzando los brazos enfurruñado.
― No es que no agradezca el gesto― siguió mofándose mientras se sentaba sobre sus rodillas, a mi lado, en la cama― es bastante romántico si te lo paras a pensar... y si lo haces bien.
― Ahórrame el sufrimiento y la vergüenza  y mátame ya.
― Tendría que limpiar la sangre y estoy disfrutando demasiado con esto― me dio un beso en la mejilla y se levantó de nuevo― Mi madre no tardará en llegar así que; o te vas a tu casa o te das una ducha y le decimos que te he invitado a comer. Ha sido un milagro que no se despertara esta mañana.
― ¿No hay una tercera opción, como seguir durmiendo?
― No― contestó rotundamente― y si eliges la de la ducha, que sepas que mientras roncabas te he cogido las llaves de casa y te he ido a buscar ropa limpia ¿se puede saber donde te metiste anoche? Estás asqueroso― me vino un flash de la noche anterior.
― Puede que me cayera en el baño...― ella puso mala cara― entonces definitivamente deberías ir a ducharte.

El baño de Mia era bastante pequeño, como toda la casa en realidad, pero como solo vivían allí ella y su madre era perfectamente adecuado. El piso estaba decorado de manera muy femenina y estaba limpio, limpio inmaculado. Me di una ducha rápida agradeciendo el agua caliente y cuando salí del baño Mia estaba en la cocina preparando algo que olía realmente bien. Iba a preguntarle que era lo que estaba cocinando pero tuve un ataque de tos y casi vomito los pulmones de tanto toser, Mia me miró preocupada y me tendió un vaso de agua que yo agradecí.
― ¿Te encuentras mal?― preguntó con expresión preocupada.
― Como la mierda...― respondí― Creo que tengo fiebre― estaba bastante seguro de ello. Mia puso su mano en mi frente para tomarme la temperatura.
― Estás muy caliente― yo me reí ante esa declaración y ella me lanzó una mirada nada agradable― no me refería a eso, idiota.
― Lo se, perdona― le dije antes de otro ataque de tos.
― Deja que vaya a ver si tenemos algo que te alivie el resfriado.

Mia encontró un jarabe muy malo que yo tragué rápidamente y un ibuprofeno. Terminó de prepara la comida y yo la ayudé a poner la mesa, estábamos en eso cuando su madre llegó. No puedo decir que Mia se pareciese a su madre, lo cierto es que no podían ser más distintas; la madre de Mia era, por decirlo de una manera delicada, una mujer corpulenta. Llevaba el pelo corto y rubio, aunque dudaba que el color fuese natural, tenía los ojos claros, de un color indefinido que bien hubiese podido ser azul o verde; y era casi tan alta como yo. Se me quedó mirando con abierta curiosidad y sin ningún tipo de disimulo ¿pero para qué iba a hacerlo? Yo estaba en su casa así que tenía todo el derecho del mundo a escanearme de arriba a bajo. No supe decir si estaba muy contenta de encontrarme allí.
― Mamá― intervino Mia antes de que nadie pudiera decir algo― he invitado a Dick a comer, espero que te parezca bien.
― ¿No iba a venir a cenar?― refunfuñó.
― Sí, bueno, cambio de planes. Dick, esta es mi madre, Carmen.
― Hola― la saludé yo con mi mejor sonrisa de yerno modélico― un placer conocerte, Carmen― y le planté dos besos. La buena mujer suavizó un poco su expresión y me saludó afablemente.
― Por fin te conozco― empezó a decir― pensé que Mia exageraba pero eres guapo, guapo de verdad― yo sonreí y Mia rodó los ojos.
― No se lo digas, mamá. Ya se lo cree demasiado.

Aunque Carmen era muy agradable no parecía exactamente feliz conmigo. Había algo en el ambiente que creaba cierta tensión y yo no tenía ni idea de que era, intenté ignorar lo mejor que pude esa sensación y charlé animadamente entre ataque de tos y ataque de tos y a pesar de la horrible resaca. Por suerte Mia había preparado sopa, que a parte de estar deliciosa y calentita le vino muy bien a mi cuerpo, al igual que el guiso de pollo que había de segundo plato.
― Antes de que se me olvide― le dije a Mia cuando estábamos terminando de comer― tienes que apuntarme tu DNI.
― ¿Para qué?― quiso saber.
― Para comprar los billetes― le dije. Por la cara de madre e hija supe que ahí había metido la pata hasta el fondo, Mia aún no le había dicho nada del viaje a su madre.
― ¿Billetes?― preguntó Carmen. Convenientemente en ese momento tuve un ataque de tos por lo que a Mia no le quedó otra que explicarse.
― Verás, mamá... los padres de Dick siempre le regalan un viaje para su cumpleaños y él me preguntó si quería ir con él, así que vamos a ir a Bali en semana santa.
― Ni hablar― sentenció Carmen con esa voz y ese tono tan de madre.
― ¿Cómo que ni hablar?― protestó Mia indignada― No te estoy pidiendo permiso― a mi en ese momento me hubiese venido bien que me abducieran los extraterrestres.
― ¿Es que te has vuelto loca? No te vas a ir a Bali, ni a ningún otro lado― la madre de Mia se levantó realmente indignada― ¿Crees que no te entiendo? Lo hago perfectamente, pero esto que haces no está bien, no puedes seguir así... debes decirle la verdad a este pobre chico.― Uhh... ¿la verdad? ¿qué verdad? ¿Qué pasaba conmigo?
― ¡No te atrevas!― le chilló Mia más indignada de lo que había sonado Carmen segundos antes.
― No lo voy a permitir ni un momento más, has llegado demasiado lejos con esto y sólo vas a conseguir arruinarle la vida. Te estás muriendo, Mia, como antes lo aceptemos todos mejor.

Decir que me sorprendí sería un eufemismo, más bien entré en un especie de shock ¿qué coño significaba que Mia se estaba muriendo? mi mente no era capaz de procesarlo, ni siquiera fui totalmente consciente de que Mia se levantó de la mesa y se fue dando un portazo. Yo me había quedado allí, como un inútil, con solo dos palabras rondando por mi mente: muerte y Mia. 
Sabía que Mia me ocultaba algo, no era estúpido y no había olvidado lo que pasó en Navidad ni tampoco la conversación tan críptica que habíamos mantenido justo antes de volver; pero claro ¿cómo podía imaginar que lo que ocultaba Mia era que se estaba muriendo... no, seguro que lo había escuchado mal, es decir ¿qué persona sería capaz de ocultar algo así? 
No se cuanto rato estuve perdido en mis macabros pensamientos, lo que si se es que fue la madre de Mia quien me sacó de mi ensoñación.
― Dick, perdóname... no era mi intención, ni mucho menos, de que te enterases así.
― Ella no puede, no se está muriendo ¿verdad? Lo he escuchado mal.
― Lo siento mucho― tenía lágrimas en los ojos― le he estado repitiendo una y otra vez que debía decírtelo, desde la primera vez que me habló de ti. Mia tiene un tumor cerebral, no hay nada que hacer y el tiempo se acaba.
― ¿Un tumor cerebral?― lo repetí como un loro porque aún me parecía todo demasiado surrealista.
― Le quitaron uno cuando tenía nueve años― me explicó Carmen con la voz temblorosa― fue una operación relativamente sencilla, todo salió bien y Mia no se vio afectada en nada salvo por la operación y la posterior estadía en el hospital. Pero tuvieron que quitarle otro cuando tenía quince años, aunque se lo pudieron extirpar fue una tortura, hubo complicaciones y tuvieron que operarla de nuevo... pasaron meses hasta que ella pudo volver a llevar una vida más o menos normal. No te puedes imaginar como fue, tuvo que aprender a hacer muchas cosas de nuevo; hablar, escribir, comer... creo que solo lo consiguió a base de fuerza de voluntad. Pero esta vez es distinto, no hay fuerza de voluntad que la salve, el tumor es maligno y no se puede operar sin sacrificar otras funciones. Mia no quiere operarse, está cansada de luchar y prefiere vivir el tiempo que le queda libremente a hacerlo postrada en una cama de hospital. Aunque la operaran todas las estadísticas están en contra, lo más probable es que muriese en quirófano. 

Cuando fui capaz de entender que era lo que Carmen me estaba explicando comprendí muchas cosas; las hemorragias nasales de Mia, sus pérdidas de peso y también los mareos que parecía tener a veces. Entendí porque a Mia no lo gustaba que le tocara el pelo, las veces que mis manos habían ido hasta su cabeza y ella se había apartado... mi mente voló hasta uno de mis primeros encuentros con Mia, la primera vez que intentó hacerme una mamada y como mi mano había ido de manera instintiva hasta su cabeza para marcar el ritmo, como ella se puso nerviosa y se apartó. Lo había malinterpretado todo. Me maldije a mi mismo por ser tan imbécil, por no darme cuenta de que le pasaba algo grave ¿se podía ser más idiota?
Al mismo tiempo que me maldecía por no darle más importancia a los síntomas de Mia, estaba enormemente cabreado. Lo estaba con ella por no habérmelo contado, por hacer que me enamorara de ella y estar a punto de perderla ¿cuánto tiempo le quedaba a Mia? ¿cuánto tiempo nos quedaba? Estaba cabreado porque Mia me había jodido la vida, ella se iba a morir y yo me quedaría aquí como un imbécil, solo y sin poder reprochar nada a nadie porque la que se habría muerto de cáncer sería ella ¿cómo se puede estar enfadado con  una persona que se muere sin parecer un cabrón? La respuesta es que no se puede... siempre parecerás un insensible de mierda. Joder, creo que nunca había sentido tantas emociones juntas, porque además de todo eso también estaba a punto de echarme a llorar y eso era algo que jamás hacía. No lo digo por ir de machote y por todo ese rollo de que los hombres no lloran, simplemente jamás me había pasado nada que me hiciera llorar, pero ahí estaba, a punto de explotar.
Fue la mano de la madre de Mia sobre mi hombro lo que me sacó de mi embrollo mental.
― ¿Cuánto tiempo le queda?― pregunté finalmente.
― Eso no lo sabemos con exactitud, pero su médico cree que en unos tres meses los síntomas van a manifestarse completamente― Tres meses...― una vez ocurra esto ¿quién sabe?
― Mi tío es médico, seguro que conoce a alguien que pueda hacer algo... Mia no puede morirse.
― Hemos visto a todos los neurocirujanos de la ciudad, cariño― dijo con una sonrisa triste― todos dicen lo mismo.
― Pero puede que en alguna clínica privada...― me calle porque sabía que estaba siendo irracional― tengo que encontrar a Mia― declaré levantando por fin mi culo de la silla.
― Se que es difícil lo que te voy a pedir, pero no te enfades con ella por favor. Ha actuado mal pero solo porque tiene miedo.
― No estoy enfadado, bueno sí, pero es... no se explicarlo.
― Te entiendo. Llévate su abrigo, no puede estar muy lejos. Dile que me perdone, y que me llame.

Asentí a lo que me dijo, y cogiendo mi chaqueta y la suya salí a buscarla. Encontrarla fue más difícil de lo esperado, la vida real no era como las películas románticas en la que el/la protagonista tiene un lugar secreto al que va a llorar cuando está triste. No tenía ni idea de por donde empezar a buscar a Mia, pensé que no podía estar muy lejos puesto que no había pasado tanto tiempo desde que se había marchado. Di vueltas por su barrio durante más de media hora, estaba a punto de resignarme e ir a ver si había vuelto a su casa cuando me a encontré al volver una esquina. Iba deambulando por la calle, lloraba y se abrazaba a si misma fuertemente, estaba temblando; se paró de golpe cuando vio que iba hacia ella.
― ¿Estamos en una película de Nicholas Sparks y no me lo has contado?― fue la gran tontería que salió de mi boca― llevo media  hora dando vueltas como un tonto ¿por qué te has ido así? ¿A caso pensabas que iba a desaparecer después de soltar la bomba?― Mia me miró y se sorbió la nariz.
― ¿Por qué sabes quien es Nicholas Sparks?― preguntó. Se que no era un momento para reír, que era una situación realmente dramática y uno de los momentos más jodidos de mi vida, pero no puede evitar soltar una carcajada... sí, supongo que en ese momento hubiera tenido que replantearme mi salud mental.
― Porque Olivia me obligó a tragarme “El diario de Noa” y “Querido John” la semana pasada cuando estaba de bajón, otra vez, por Lucas― Mia me miró nuevamente, esta vez como si me faltara un tornillo, y de repente se puso también a reír, inmediatamente después volvió al llanto desesperadamente y yo la abracé mientras me ponía también a llorar. ¡Viva el drama!
― Lo siento, lo siento mucho― sollozó Mia contra mi pecho―yo no quería que esto pasara. No pude contestar nada ¿qué decir en una situación así? de manera que Mia interpretó mi silencio como odio desgarrador y siguió disculpándose― se que no tengo perdón, pero te juro que yo no quería que las cosas fueran así. Cuando quise darme cuenta estaba enamorada de ti y no sabía como decírtelo, no quería que me odiaras.
― No podría odiarte nunca― confesé― ahora mismo estoy, entre otras cosas, enormemente cabreado, pero no te odio Mia. Te quiero y tengo tan revuelo de sentimientos ahora mismo que no se ni que decir ni que hacer. Detesto estar así, porque antes de que tu llegaras yo era una persona mucho más simple, es una faena estar sintiendo todo esto.
― Debí dejarte en paz después de Navidad, pero no pude... no podía dejar de penar en ti y eras lo único bueno que había en mi vida. Fui egoísta y lamento mucho que tengas que pasar todo esto por mi culpa, no te lo mereces.
― No― la paré― yo no me arrepiento de que volvieras y de encontrarte toda acongojada en el portal de mi casa, de no haberlo hecho yo habría seguido adelante, te habría olvidado y la realidad es que prefiero haber podido estar contigo. Prefiero quererte.
― Dick... voy a joderte la vida.
― Tu no te preocupes por eso ¿vale?― le pedí limpiándole las lágrimas― no es como si mi vida estuviera muy bien antes.
― ¿Por qué eres tan jodidamente bueno?
― Seguramente es porque tengo fiebre, resaca y nunca he sido capaz de enfadarme con alguien que llora. Tu no te confíes, en cuanto me encuentre un poco mejor voy  a coger un buen berrinche ¿vale?― Necesitaba aligerar el ambiente, todo ese drama estaba siendo tóxico tanto para Mia como para mi.
― Estarás en todo tu derecho.
― Lo se, y se que tu estás en tu derecho de no querer hablar con tu madre al menos en un par de días, pero está preocupada, disgustada y te quiere. Volvamos a tu casa, estás helada y no necesitamos que cojas un resfriado.
― Está bien― aceptó― pero tienes que prometerme que no vas a tratarme como si fuera a romperme, tú no, no podría soportarlo.
― Lo prometo.


domingo, 4 de enero de 2015

LA OTRA.

_____________________________________________ALEX__
El viernes por la mañana me despertó el tono de llamada de mi móvil, abrí un ojo para localizar el teléfono encima de la mesilla de noche y respondí sin mirar quien llamaba:
― ¿Quién eres y por qué me llamas tan temprano?― gruñí.
― Alex― respondió una sollozante Siena.
― ¿Siena? ¿Qué te pasa? ¿Estás llorando?― me incorporé de repente realmente preocupado.
― Sí― se arregló para decir.
― ¿Estás bien? ¿Por qué lloras?
― No lo se― hipó― me he despertado hace un rato porque tenía náuseas y desde entonces no puedo parar de llorar.
― ¿Así que estás llorando por culpa de tus hormonas de embarazada?
― Sí, pero no lloraría si no tuviera la sensación de que Pol no quiere estar embarazado― me chilló mientras supuse, sorbía la nariz. Yo bufé apartando el teléfono para que Siena no me escuchara, estaba histérica.
― Siena cálmate, deja que me cambie y estaré ahí enseguida.
― Vale― aceptó lastimosamente.

Colgué y salté de la cama, caminé hasta el baño y tras atender a la llamada de la naturaleza y darme una ducha rápida me vestí y salí pitando hacia casa de Pol y Siena. ¡Joder! con la tontería de mi vecina me había acostado realmente tarde y tenía sueño, se suponía que yo estaba de vacaciones, quería a Siena con toda mi alma pero era Pol el que debería ir y aguantar sus ataques hormonales. Suspiré resignado y eché a andar hasta el metro, que al ser verano, estaba mucho más vacío de lo habitual. Hacía un calor de los mil demonios en la calle, me había acostumbrado ya al clima más frío y lluvioso de San Sebastián y agradecí realmente llegar al edificio. El cerrojo de la puerta de la calle seguía estando roto así que simplemente empujé la vieja puerta de madera y subí por las escaleras, cuando Siena abrió la puerta parecía estar bastante más calmada:
― Alex― me dijo apenada― siento mucho haberte hecho venir.― Se la veía realmente tan preocupada que se me pasó inmediatamente la irritación, además, estar enfadado con Siena era imposible.
― Bah, no te preocupes― le respondí quitándole importancia al asunto y metiéndome dentro del piso― Realmente me apetecía un paseo matutino bajo el sol abrasador.
― Se que no es así y que te he despertado y que soy una preñada histérica, pero gracias por venir― soltó antes de meterse entre mis brazos y, válgame la redundancia, abrazarme. La estrujé con cuidado hasta que ella misma se apartó― ¿Quieres desayunar? Hay tarta de chocolate.
― Eso suena estupendo― le respondí siguiéndole hasta la cocina. Me senté en uno de los taburetes que rodeaban la isla y Siena puso delante de mi un trozo de tarta que parecía casera― ¿De dónde ha salido esta tarta?― quise saber.
― La he hecho esta noche, no podía dormir.
― Está muy buena― le dije sinceramente tras probarla.
― Gracias ¿quieres café?― asentí mientras seguía zampando.
― ¿No comes nada?
― Si como ahora solo servirá para que me pase un rato más vomitando, desayunaré cuando se me pasen las náuseas― terminé de comer y puse el plato y la taza del café en el lavaplatos bajo la atenta mirada de Siena, después la llevé hasta el sofá e hice que se sentara a mi lado.
― ¿Te has peleado con Pol?― pregunté.
― No ¿por qué?
― Pues porque no lo veo por aquí y cuando me has llamado me has dicho que pensabas que Pol no quería estar embarazado.
― Bueno, es que estaba disgustada... él sigue estando asustado pero supongo que se va haciendo a la idea. Es solo que hoy tengo que ir a hacerme la primera ecografía y él se ha ido a trabajar. Va a venir, pero en ese momento me ha disgustado que se haya ido a la agencia, se que tiene trabajo que terminar porque hoy es su último día antes de sus vacaciones pero...
― Que estás con las hormonas alteradas y es normal. Has dormido poco y te has despertado mareada y te has puesto a potar... como con una mala resaca, lo entiendo. Joder tienes una persona creciendo dentro de ti, estás en todo tu derecho de ponerte histérica y llorar.
― Debí haber llamado a Pol, pero ya sabes... si esto sigue así tengo la sensación de que voy a volverme insoportable y no quiero volverlo demasiado loco.
― Es mi deber recordarte que aunque te quiero con locura y que si me llamas vendré, no tengo el placer de tener sexo contigo y eso que tienes ahí dentro es cosa de Pol, así que mejor que lo vuelvas loco a él que a mi.
― Lo tendré en cuenta― se rió.
― Ahora ¿qué me dices de echarnos ambos un sueñecito?

Me metí en la cama con Siena y en a penas cinco minutos ella se había dormido profundamente, le haría bien. Yo en cambio, suspiré frustrado y me removí un rato en la cama antes de caer en un sueño ligero. No dormí bien y soñé con cosas raras, en realidad soñé con el gato de mi vecina, Sheldon. Estaba sentado detrás de una mesa plegable, de las que utilizan los tarotistas callejeros, cubierta por una tela aterciopelada de leopardo; el gato atigrado llevaba puesto un estúpido turbante satinado de color púrpura con joyas incrustadas y unas gafas de pasta negra cuadradas, yo estaba sentado delante de él como si fuera la cosa más normal del mundo y bebíamos té mientras él, con sus patitas, pasaba fichas dentro de una caja de cartón rosa― Así que una novia―decía el felino― sí, sí ya veo que necesitas una. No, ésta no― murmuraba para si mismo mientras pasaba las fichas de chicas casaderas― Siena no era para ti, y ésta no, demasiado seria― continuaba divagando el gato, después de unos minutos sacó una tarjeta del fichero, parecía estar triunfante― Ésta es perfecta para ti―. Y el gato me entregó la ficha de su dueña y se me quedó mirando en plan “oye ¿te vas a quedar mucho rato aquí o vas a llamarla?”. Y entonces me desperté porqué escuché ruido en la planta de abajo, que sueño más raro joder, había sido realmente perturbador que el gato de mi vecina se convirtiera en un psíquico barra casamentero. Me estaba levantando de la cama justo cuando Pol se asomó a la habitación, me miró durante un segundo desconcertado por encontrarme allí y con allí me refiero a su cama, con su novia, y luego sonrió:
― ¿Qué haces aquí, rufián?― bromeó― ¿Estás mancillando a mi mujer?― Yo le sonreí de vuelta.
― Como si no la hubieras mancillado tú bastante, oh vil fecundador― le respondí. Pol rodó los ojos ampliando un poco más su sonrisa.
― ¿Bajas?
― Sí, dejemos que duerma un poco más, lo necesitaba― Seguí a Pol escaleras a bajo y nos instalamos de nuevo en la cocina.
― ¿Una cerveza?
― Por eso te quiero tanto― Me pasó una cerveza y se abrió otra para él.
― ¿Entonces te has dejado caer por aquí y has decidido echarte la siesta, ricitos de oro?
― En realidad me ha llamado Siena, estaba un poco con las hormonas subidas lloriqueando y diciendo que el niño no era tuyo― me burlé― y he decidido venir. No te sorprendas si el niño sale negro.
― Muy gracioso― gruñó― Ahora en serio ¿te ha llamado llorando?― Yo asentí― ¿Por qué coño no me ha llamado a mi?
― Pues porque no le pasaba nada serio, solo tenía falta de sueño, náuseas matutinas y las hormonas revolucionadas. Cuando he llegado aquí ya se le había pasado y cuando le he sugerido que eres tú el que tiene que lidiar con todo esto me ha dicho que viendo como va la cosa piensa que se va a estar insoportable durante el embarazo y que no quiere volverte loco. Ayudaría si te mostraras un poco más entusiasmado con el tema ¿vale? Creo que Siena piensa que te ha obligado a esto.
― ¿La estoy cagando otra vez, no?
― No hombre, en realidad yo te entiendo, si yo estuviera embarazado así de repente seguramente me iría a esconderme en una cueva o me emborracharía hasta el coma etílico día si, día no hasta que asumiera lo que está pasando o hasta que el niño cumpliera los 18― Pol se rió pero negó con la cabeza.
― Eso es trola, lo harías mucho mejor que yo. 
― Bueno, como todo― le piqué― pero mi nivel de perfección es otro tema.
― ¿Alex?― la voz de Siena llegó desde las escaleras.
― ¡Estamos aquí!― respondí. Ella apareció después de unos segundos mucho más descansada y relajada. Se le puso una sonrisa tonta cuando vio a Pol sentado a mi lado.
― Has vuelto temprano― le dijo revoloteando hasta él.
― He terminado lo que tenía pendiente más rápido de lo que creía así que aquí estoy ¿te encuentras bien?― Pol sonaba preocupado.
― Sí, supongo que necesitaba dormir.
― ¿Seguro?― Siena asintió con la cabeza. Pol la miró sin saber si creerla por un momento, finalmente la abrazó y le dio un beso que hubiera hecho estar incómodo a otro que no fuera yo, luego le susurró algo que hizo que Siena le pasara los brazos  por el cuello y lo besara de vuelta. Sonreí para mis adentros pero les recordé que no estaban solos.
― ¿Sabéis que aún estoy aquí, no?
― Pues claro, idiota― me gruñó Pol. Acto seguido miró su reloj― ¿Qué os parece si os invito a comer? Tengo hambre y así celebramos que estoy de vacaciones.
― Me parece una de las mejores ideas que has tenido últimamente― le respondí.

Esperamos a que Siena estuviera lista, algo que para ser una chica hizo realmente rápido, media hora después volvió a bajar; se había puesto un vestido suelto, algo de maquillaje y con el pelo aún algo húmedo estaba como para provocar un par de infartos. Como había dicho, Pol nos invitó a comer en un italiano bastante bueno y tras ponernos las botas y algo de sobremesa ellos anunciaron que tenían que ir al médico para la ecografía, como tampoco es que tuviera mucho mejor que hacer me fui con ellos. 

Cuando llegamos a la sala de espera del ala de maternidad me sentí como en una pecera, las personas allí presentes, la mayoría mujeres, nos miraron con abierta y nada disimulada curiosidad. Noté que mis mejores amigos estaban nerviosos, la pierna derecha de Pol no había dejado de moverse desde que nos habíamos sentado y Siena estaba a punto de quedarse sin uñas. Solía ser bueno relajando el ambiente, así que lo intenté con un par de comentarios sobre una de las mujeres que estaba también esperando y que seriamente dudaba que estuviese embarazada, sin duda lo suyo parecía más bien una digestión pesada. No funcionó, Pol me ignoró por completo y siguió con su tembleque de pierna y Siena a penas me esbozó una pequeña sonrisa. Decidí dejarlo estar, probablemente yo en su lugar también estaría atacado. Unos diez minutos después por fin llamaron a Siena, los tres nos pusimos inmediatamente de pie.
― Siena― dijo la auxiliar― que bien acompañada vienes― dijo mirándonos a Pol y  a mi, cosa que me hizo reír.
― Es que no sabe quien es el padre, por eso venimos los dos― solté antes de pararme a pensar. La mano de Pol impactó en mi nuca al mismo tiempo que el codo de Siena lo hacía en mis costillas― Oh, joder. Eso duele.
― No seas gilipollas― me gruñó Pol.
― Lo siento, es que no he podido evitarlo. Era una broma― le aclaré a la auxiliar.
― Quédate aquí y pórtate bien― me mandó Siena.

No pude evitar soltar una carcajada mientras ellos entraban en la consulta. Yo me volví a sentar y tras sacar el móvil, contestar unos mensajes y revisar Instagram, me vino en mente el extraño sueño que había tenido. No hacía falta ser un genio para darse cuenta de lo que significaba, mi subconsciente revelaba las ganas que tenía de zumbarme a mi vecina, algo que por otro lado mi “consciente” también sabía. Aunque si me ponía más profundo puede que mi subconsciente intentaba decirme que me sentía un poco solo, es decir, todo el mundo estaba avanzando. Solo tenía que mirar a Pol y a Siena, viviendo juntos desde hacía un par de años y de repente embarazados y yo con 30 años seguía igual que con 25. No había sido un problema para mi el hecho de estar solo y prefería eso a emparejarme con alguien que no me aportara nada, pero joder... realmente me había creado un trauma darme cuenta de que me estaba haciendo mayor. Deseché rápidamente esos pensamientos deprimentes y pasé a imaginar cual sería la mejor manera de abordar a mi vecina, estaba todo el rollo ese de su novio/amante casado, pero vamos, en mi opinión si la persona con la que sales se tira con regularidad a su mujer, tu puedes tener sexo con otra persona aunque sea solo una vez ¿no?
Estaba pensando en ello cuando Pol y Siena salieron de la consulta. Por algún motivo ella parecía estar en shock y él lucía una sonrisita de tarado mientras caminaba a su lado sin quitarle la mano de la cintura. Ninguno de los dos dijo nada mientras empezábamos a caminar hacia la salida y me estaban empezando a poner nervioso.
― ¿Ha ido todo bien?― pregunté finalmente.
― Bien― respondió Siena a media voz a la vez que Pol asentía aún con esa sonrisa de perturbado.
― ¿Entonces por qué estáis tan raros? Tú― le dije a Siena― parece que estés a punto de llorar. Y tú― le dije a Pol― no se que te pasa pero me das grima con esa sonrisa.
― Estoy intentando procesar las noticias― me contestó Siena.
― ¿Y cuáles son?
― Que vamos a tener mellizos― soltó Pol. En ese instante entendí porque Siena estaba en shock, yo mismo necesité un par de segundos para procesar las palabras de Pol. Y cuando lo digerí todo no entendí porque él estaba de repente tan feliz.
― ¿Y por qué coño estás tan feliz? Tenías los huevos por corbata cuando creías que  ibais a tener uno y ahora con dos pareces estar encantado ¿puedes ser menos lógico?
― Joder no, estoy el doble de asustado que antes― me aclaró― pero no se, hemos visto los manchurrones en el ecógrafo y hemos escuchado sus corazones y... supongo que me he vuelto gilipollas― sólo pude rodar los ojos ante su explicación.
― Definitivamente soy una coneja― murmuró Siena provocándome una enorme carcajada.

Me reí de mis amigos todo lo que quise y más, y es que no era para menos. Siena, después de un rato, se le pasó el shock y se unió a la felicidad agilipollada de Pol. Finalmente me despedí de ellos antes de que entraran arcadas, no sin que antes Siena me ordenara ir a la playa el día siguiente. Esa noche me quedé en casa, estaba algo deprimido y todo porque por primera vez sentía que sobraba, pero bueno, supongo que es normal. La gente avanza y empiezan a criar niños llorones y cagones... ¿qué le iba yo a hacer? Para pasar el rato me puse la última temporada de “Californication
” y es que siempre había pensado que yo hubiera tenido buena sintonía con el viejo Hank.

Por la mañana, bastante temprano pero sin que llegara a ser una hora indecente, Siena llamó al timbre.
― ¿Dónde está fecundator?― le pregunté refiriéndome a Pol. Ella puso una mueca ante el nuevo mote.
― Aparcando ¿me dejas ir al baño?― no esperó mi respuesta y pasó al baño, un segundo después la escuché vomitar.
― ¿Estás bien?― le grité mientras metía una toalla dentro de una mochila vieja.
― Dame un segundo― efectivamente, un momento después Siena salió del baño como si no hubiera pasado nada― pensé que por hoy no iba a vomitar más― explicó mientras sacaba un cepillo de dientes de su bolso― Pol y yo hemos ido a desayunar y mira tú para lo que ha servido― se lamentó.
― Bueno no te preocupes, en nada vas a salir del primer trimestre y seguro que dejas de vomitar..
― Eso espero― refunfuñó antes de volver a meterse en mi lavabo y lavarse los dientes. 
Al cabo de un momento ambos salimos de mi casa, al ver la puerta de mi vecina tuve una idea, y como quería tirarmela sí o sí, llamé a la puerta.
― ¿Qué haces?― quiso saber Siena.
― Invitar a mi vecina a venir ¿te importa?
― No... pero ¿la has avisado?
― Lo voy a hacer ahora― mi vecinita abrió la puerta y puso cara de sorpresa al verme allí acompañado de Siena― Buenos días― saludé― Vamos a ir a la playa y me preguntaba si te apetecería venir con nosotros. Hace un día estupendo.
― Eh... pues supongo que sí.
― Fantástico, esperamos a bajo― dije antes de que cambiara de opinión. Yo iba a meterme en el ascensor pero Siena me cogió del brazo.
― Puedes decirle que no― le aseguró― Iremos cerca de Sitges y comeremos algo por allí― y le brindó algo más de información.
― No, está bien. Me apetece ir y tampoco es como si tuviera algo mejor que hacer.
― Entonces que no se hable más― exclamé.

Le reiteré que la esperábamos en la calle y, Siena y yo, bajamos. Pol ya estaba allí, apoyado en un coche, a la sombra de un árbol y con cara de fastidio. En cuanto nos vio aparecer su expresión cambió a otra que decía claramente “¿Qué cojones estabais haciendo?”.
― Alex ha invitado a venir a su vecina― informó Siena.
― ¿Y eso? ¿Así de repente?
― Así de repente― confirmó.― Creo que le gusta.― Jodida Siena, que bien me conocía.
― Eso es muy interesante― se rió Pol― ¿te gusta?
― Está bastante buena― fue mi respuesta.
― Es muy guapa― metió baza Siena― Pero es morena, lo que resulta sorprendente― ante eso me quedé desconcertado.
― ¿Qué quieres decir con eso?― pregunté.
― Te gustan rubias― contestó Pol en lugar de Siena, ella asintió con la cabeza para mostrar conformidad.
― No tengo ninguna preferencia― me defendí.
― Claro que sí― rebatió ella― te gustan las rubias pechugonas, has mostrado preferencia por ellas desde que te conozco.
― ¡Qué tontería!
― Sofia Vergara― dijo Pol como si eso fuese una gran explicación― eres el único que conozco al que le gusta más de rubia que de morena― concluyó.
― Bueno, eso es verdad― tuve que admitir― pero ¿y qué?
― Nada hombre, no era una acusación, solo una observación.
― ¿Tanto os aburrís sin mi que habéis echo un gráfico de rubias contra morenas?― refunfuñé.
― Como si tú no fueras un cotilla también― se quejó Siena haciéndonos reír. 

En ese momento apareció Lili y después de que los presentara más adecuadamente y de que Siena y ella se hicieran amiguitas, nos fuimos. En el coche, los primeros 15 minutos se centraron en preguntarle lo más básico a Lili y que ella hiciera lo propio con Pol y Siena.
― ¿Y cómo os conocisteis?― nos preguntó a los tres.
― Alex y yo nos conocimos en el gimnasio, bueno en la piscina. El muy idiota no paraba de picarse conmigo.
― Eso no es verdad― protesté― Eras tú el que estaba todo el rato alardeando y dejando a todo el mundo en ridículo.
― Perdona, pero yo iba a nadar, no a pasearme en Speedo a ver si caía alguna― Siena se rió.
― ¿Vas a nadar en Speedo
?― preguntó burlona.
― Pues claro― respondí dignamente― ¿O es que acaso crees que él no?― le dije refiriéndome a Pol.
― Eso no me lo habías contado― pinchó a Pol.
― Porque no es verdad, yo llevo Jammers
― quiso hacerse el digno.
― Antes llevabas― insistí.
― Eso fue una vez y porque no encontré el otro bañador― refutó.
― Sí, y a las abuelas de aquagym casi les da un soponcio cuando saliste de los vestuarios marcando paquete. No me extraña que hayas preñado a Siena tan rápido con esa cosa antinatural que tienes― me burlé y casi nos salimos de la carretera por culpa de mi comentario. Estaba seguro que Pol quería pegarme por soltar esas perlas delante de Lili.
― ¿Estás embarazada?― le preguntó a Siena ignorando todo lo demás.
― Sí― respondió― estoy de muy poco. Alex, eres un jodido bocazas― me reprendió.
― ¡Vaya! Felicidades a los dos― les dijo a Pol y Siena.
― Muchas gracias.
― Entonces vosotros en la piscina― cambió de tema viendo que lo del embarazo era demasiado personal― ¿Y a Siena? ¿Cómo la conocisteis?
― Eso fue mucho más divertido― exclamé con entusiasmo.

Y entonces me puse a relatar con todo lujo de detalles como conocimos a Siena, como nos hicimos amigos y como Pol y ella terminaron juntos. Para horror de Siena incluso hablé de Dante; y para horror de Pol, de Meri. Eso nos tuvo entretenidos hasta que llegamos a la playa.

Flipé con las tetas que se le habían puesto a Siena con el embarazo ¿de dónde habían salido esos melones? Tuve que tocarlos, fue superior a mi. En parte lo hice para comprobar que eran reales, pero sobretodo para incordiarla a ella, que se sonrojó furiosamente e intentó darme una paliza. Pol, jodido capullo con suerte. Al final iba a ser verdad que tenía preferencia por las rubias pechugonas... ese pensamiento se esfumó  cuando reparé en el cuerpazo que tenía mi vecina. Admito que al lado de Siena se veía mucho menos esbelta, pero eso era porque Siena era bastante alta y delgada, y no es que Lili fuera en absoluto gorda, pero si que tenía una figura mucho más curvilínea.
― ¿Quieres que te eche cremita en la espalda?― le pregunté en tono guasón.
― Mantén esas zarpas lejos de ella― ordenó Siena― No sea cosa que a la que nos descuidemos la dejes embarazada.
― Eso solo lo sabe hacer Pol― contraataqué.
― Es un truco Jedi― respondió éste felizmente tumbado en su toalla.
La mañana pasó entre risas y conversaciones absurdas, y a medida que avanzaba el reloj, mi vecina me ponía más y más perraco. A parte de las vueltecillas y estiramientos encima de la toalla, me gustaba su forma de pensar y también su humor, bastante parecido al nuestro.
Pol y Siena me pillaron más de una vez comiéndomela con la mirada. A saber por qué, a Siena se le ponía una sonrisa en la cara como si le hubiera tocado la lotería y Pol parecía estar todo el rato burlándose de mi. No me iba a quedar con las ganas, así que le pregunté que le pasaba cuando Siena y Lili estaban chapoteando en el agua.
― ¿Qué es lo que te divierte tanto?― le gruñí.
― Tú― me contestó sin ningún tipo de reparo.
― Ah, genial...― ironicé― ¿se puede saber por qué?
― Porque te gusta Lili.
― Claro que me gusta, está muy buena.
― Es mona― estuvo más o menos deacuerdo― Pero no es tu tipo para nada― se rió él.
― ¿Cómo que mona?― es que de repente no tenía ojos en la cara.
― Vale, es muy guapa y tiene un culo de al menos un 9― admitió.
― Gracias― dije― no sabía que con todo eso de estar embarazado te volvías un mariquita que ni siquiera puede decir lo que es obvio.
― Como estamos hoy...― se quejó― Te tiene que gustar a ti, no a mi.
― No he dicho que tenga que gustarte, he dicho que calificarla como mona es una gilipollez― repliqué.
― Lo que tu digas― desistió― pero no veo que te esfuerces mucho.
― ¿Qué quieres decir?
― Que te conozco hace años y que si hubieras querido tirártela ya lo habrías hecho, en cambio no haces más que decir tonterías.
― Primero, tiene novio y segundo― continué con la mosca detrás de la oreja― si quisiera tu opinión te la pediría.
― Lo puedo imaginar, pero como me he pasado años escuchando tu opinión sin que te la pidiera he decidido que era hora de darte la mía.
― Vete a la mierda― le ladré.
― Te mandaré mails desde allí con mi punto de vista― gritó mientras me iba al agua con Siena y Lili.

Sabía que estaba siendo irracional, pero ya estaba, Pol me había jodido lo que quedaba de tarde. En el fondo sabía que tenía razón, no estaba haciendo una mierda para enrollarme con Lili, pero es que de repente todo a mi alrededor parecía estar mal. Me jodía que mis mejores amigos hubiesen llevado su relación a otro nivel porque los había echado de menos y quería que todo fuese como antes. Por otro lado me daba cuenta de que aunque Pol y Siena no estuvieran embarazados las cosas no podían volver a ser lo que eran, esos veranos gloriosos en que íbamos de fiesta en fiesta habían quedado atrás, y no solo por ellos sino porque yo también había cambiado. La mayor parte del tiempo no era consciente de ello, o más bien lo ignoraba, pero el caso era que me sentía solo. Lo de salir y ligar con una tía diferente cada noche ya no me llenaba y eso me jodía un montón. Hacerse mayor era un puto asco. 

SEX, DRUGS & ROCK'N ROLL. CAP. 17.


Un millón de disculpas. He estado sin ordenador y me he dado cuenta que no colgué aquí en el blog otros capítulos de otras historias así que ahora haré una revisión y los colgaré. Como siempre (si hay alguien que aún sigue aquí) espero que os guste!

_________________________________________Capítulo 17___
Berto no llevaba ni una semana en la ciudad y ya había empezado a atosigarme, no sabía como hacerle entender que tenía otras cosas que hacer además de distraerlo. Aún no entendía que yo tenía un trabajo con un horario que debía cumplir y que después de trabajar no tenía ganas de encerrarme en la guarida toda la tarde con él. Seguramente unos meses atrás no me hubiese importado, pero desde que estaba con Mia, prefería pasar el rato con ella que escuchando a mi primo hacer el fanfarrón.
Cuando le pregunté a Berto que tenía pensado hacer con su vida, más bien cuando le insinué que podría estar bien que se buscara un trabajo o algo que hacer, se descojonó en mi cara. Estaba claro que su intención no era otra que estar por casa el tiempo justo para que a sus padres se les pasara el enfado y le volvieran a abrir el grifo. 

El jueves, después de que se pusiera muy pesado, me encontré con él en la guarida, nos tomamos unas cervezas y estuvo insistiendo en que saliésemos esa noche. Al final pude convencerlo para dejarlo para el día siguiente, además de trabajar por la mañana, esa noche yo había quedado con Mia.
― Tengo que irme― le dije finalmente, él me estaba contando no se que historia que le había pasado en Berlín (creo) y yo no había dejado de mirar el reloj.
― Pero si es prontísimo― replicó mirando la hora, y era cierto, a penas eran las nueve.
― Lo sé, pero he quedado con Mia para ir al cine.
― ¡Joder con tu puta novia! Te has vuelto un muermo, tío― se quejó, yo solo pude rodar los ojos ante su acusación.
― Ella no piensa lo mismo― me burlé.
― Capullo arrogante― rió él también― siempre te han perdido los coños. Aunque no imagino el portento que debe ser Mia en la cama para que pierdas así el culo por ella.
― Eso nunca lo sabrás― contesté mientras me levantaba y me ponía la chaqueta― ¿Te quedas?
― Sí, voy a tomarme un par de cervezas más y luego me iré a casa...
― Vale, luego hablamos.

Le besuqueé solo para incordiarle antes de acercarme a la barra y pagarle a Jim lo que habíamos tomado hasta el momento, volví a despedirme con la mano y después me fui. Pasé a recoger a Mia por su casa y fuimos a cenar unas hamburguesas antes de irnos al cine. Charlamos un poco de todo y nada mientras cenábamos hasta que llegamos al tema del viaje, habíamos decidido que iríamos durante semana santa pero aún no habíamos escogido el destino. Mia no estaba muy segura de donde ir, no había visto mucho mundo y cambiaba de opinión cada cinco minutos. A mi me daba bastante igual, la verdad, aunque prefería ir a un sitio en el que hiciera calor, estaba hasta los cojones del puto frío.
― ¿Qué me dices de San Petesburgo?― preguntó.
― Que hace un frío de la hostia y que para entrar en Rusia necesitamos un visado.
― Oh ¿Y Praga?
― Mia, por favor, céntrate en lugares cálidos. Preferiblemente un lugar donde haya playas paradisíacas y en el que tu único atuendo sea un bikini muy fácil de quitar― ella me miró divertida.
― Si todo lo que quieres hacer es follar podemos hacerlo aquí, no hace falta que gastes el regalo de tus padres para ello.
― También quiero hacer submarinismo y beber mojitos tumbado en la playa― le respondí poniendo ojitos.
― ¡Fantástico!― ironizó― pues entonces vayámonos a Bali a tomar el sol― ella no lo decía en serio pero a mi me pareció una idea cojonuda.
― Bali suena bastante bien― respondí. Ella me miró incrédula.
― Ir a Bali es muy caro― yo me encogí de hombros.
― Pagan mis padres.
― Eres imposible...― se rindió.
― Mañana haré las reservas.

Tras la cena nos encaminamos hacia el cine, hicimos la cola para comprar las entradas y luego para comprar las palomitas. Estuvimos entretenidos durante todo el metraje. Salimos comentando la película y volví a llevar a Mia hasta su casa.
― Creo que mi madre va a querer conocerte― me informó cuando la acompañé hasta su portal.
― Supongo que ya que has conocido a toda mi familia es justo― respondí mortificado.
― No es por eso― me aclaró― pero si vamos a ir de viaje juntos creo que se quedaría más tranquila.
― Eso suena bastante lógico.
― Entonces ¿quieres venir a cenar mañana?
― Le he prometido a Berto que mañana saldríamos― refunfuñé.
― Entonces el sábado.
― El sábado― estuve de acuerdo. Entonces me besó y no con un beso de “buenas noches y hasta mañana”, me besó con ganas y yo me dejé hacer hasta que agarró mi polla por encima de la ropa, bueno, en ese momento me seguí dejando hacer.
― Pórtate bien mañana― me dijo metiendo su mano dentro de mis pantalones― nada de enrollarte con guarrillas de discoteca.― Yo me reí ante su petición.
― Lo prometo, nada de guarrillas. Solo me enrollaré con chicas borrachas que se tiren a mis brazos y me exijan que las bese.
― ¡Qué imbécil eres!― me gruñó. Pero poco me importó lo que me dijo porque ella había empezado a desabrochar sus vaqueros.

No echaba un polvo en un portal desde mis días de adolescente cachondo, y mientras estaba allí, follándome a Mia contra la pared, recordé porque había perdido ese hábito; siempre había alguien que quería entrar o salir. El vecino del cuarto le pilló a ella subiéndose las bragas y a mi guardándome la polla. Por suerte era un tipo joven que solamente nos miró divertido y subió las escaleras rápidamente. 
― No te mortifiques más― le pedí a Mia que se había puesto un poco histérica― y agradece que no llegara un minuto antes― me reí.
― Eres idiota...
― Lo soy, pero no he sido yo quien ha empezado a meterte mano en el portal― ella entrecerró los ojos y me miró con fingida rabia.
― Pero me has metido mano en sitios menos adecuados.
― Lo sé― respondí sonriendo como un tonto y recordando la vez que le había metido mano en el metro sin ningún tipo de decoro.

A mi plan de “juerga salvaje con Berto” se apuntó rápidamente Piti que no tenía nada que hacer esa noche y ya conocía a mi primo de la guarida. Berto se presentó a las nueve de la noche en nuestra casa hecho todo un pincel, yo no estaba para hostias. Llevaba todo el día con dolor de cabeza y sentía que me estaba subiendo un resfriado, de lo único que tenía ganas era de meterme en la cama con una sopa, una buena peli y, puede, de que Mia viniera a hacerme mimitos. Berto y Piti sólo me dijeron lo que yo ya sabía, me había convertido en una nenaza ¿desde cuando un resfriado me dejaba en casa un viernes por la noche? Piti, al más estilo Alfred Pennyworth
 me preparó un Frenadol, me obligó a tomármelo y después de eso Piti hizo que me metiera en la ducha. Me vestí en un periquete y quince minutos después estábamos saliendo de casa.
Cenamos en un japonés donde además de ponernos finos de sushi y sashimi, nos hartamos a beber cerveza. Me reí de los pobres intentos de Berto de ligar con la camarera y luego lo maldije cuando nos hizo pillar el metro y hacer un transbordo interminable para irnos hasta el culo del mundo, bueno, hasta el culo del mundo no, hasta Buen Pastor
, que para un viernes por la noche estaba más o menos igual de lejos.
― ¿Pero a donde coño vamos, tío?― le gruñí mientras nos guiaba por una calle que se veía chunga de cojones.
― Tengo un colega que me dará una buena pasta por vuestros órganos vitales― contestó sarcásticamente― ¿Tú qué crees joder? Vamos a pillar. Hay un camello que vive por aquí y tiene la mejor coca de toda Barcelona.
― ¿En serio? ¿Nos haces venir hasta Buen Pastor a estas horas, un viernes, a por coca? ¿No podías haber venido antes?― me quejé.
― Es que no me apetecía venir solo ¿vale? Esto está en el puto culo del mundo.
― No me había dado cuenta― refunfuñó Piti.

Ya podía ser realmente buena la coca... El camello daba bastante miedo, es decir, hay canis y canis pero ese sin duda era un caso para Hermano mayor
, joder un poco más y no salimos de ahí con todos los órganos, y no precisamente porque Berto los hubiera vendido. Respirando con un poco más de tranquilidad volvimos sobre nuestros pasos hasta el metro, y de vuelta a la civilización.
― ¿Ahora dónde?― preguntó Piti.
― Bueno, hay un concierto...― empezó a decir Berto― ¿Te acuerdas de mi colega Darío?
― Vagamente ¿es aquél que creía que era un gángster negro del Bronx?― contesté haciendo que mi primo y Piti se partieran de risa.
― Sí, ese― confirmó Berto― Pues al final se ha hecho rapero y hoy da un conciertillo en un local del centro, me ha invitado y le prometí que iría... así que vamos ¿no?
― Te odio― proclamé― y odio el rap, más si viene de un flipado que se cree 50cent.
― ¡Venga hombre! No será tan malo. Además tengo unos asuntos que tratar con él.
― ¿Te debe pasta?― intuí.
― Siempre he dicho que eres realmente inteligente― Piti nos miraba divertido.
― Sí, Sherlock Holmes a mi lado parece un tronista
.― Un par de paradas después se subieron al metro un par de chicas; una de ellas era un pivón y la otra tampoco estaba para nada mal. Se sentaron enfrente nuestro y empezaron a charlar, Berto que se había emocionado con el pibón decidió darles conversación.
― Buenas noches― les saludó.
― Hola― contestaron al unísono mirándolo con escepticismo.
― ¿Os vais de fiesta?
― No, a una conferencia de neurocirugía― le contestó sarcásticamente la no tan buenorra haciendo que su amiga, Piti y yo nos riésemos.
― Hay que hacer cola con antelación para esas cosas, seguro que hay por ahí estudiantes de medicina acampados desde ayer con con sus sacos de dormir recitando el juramento hipocrático para hacer más amena la espera― solté yo.
― Exacto― sonrieron ambas― ¿A dónde vais vosotros?― se interesó la buenorra nº1 mirándome apreciativamente.
― Nos lleva  a Guantánamo― dije con pesar.
― Es un exagerado― afirmó Berto― vamos a un concierto.
― De rap malo― añadí.
― Es un amigo nuestro.
― Un conocido tuyo― le corregí yo haciendo que las dos chicas volviesen a sonreír.
― Debéis de ser muy buenos amigos si le acompañáis a un concierto que os horroriza tanto― comentó la buenorra nº2.
― En realidad es mi primo― expliqué― y sólo voy porque; 1, este sinvergüenza se ha pasado tres años viendo mundo y me ha obligado a salir, y 2, porque no tenía ni idea de dónde íbamos.
― ¿Y tú?― le preguntaron a Piti― ¿por qué vas tú?
― No tenía nada mejor que hacer, supongo― Joder que soso era Piti a veces.
― Sí, tú disimula pero eres tan horrible como él― intenté arreglarlo― veréis, estoy encubando una gripe y los muy desalmados me han obligado a medicarme y a salir igualmente. Mañana seguro que estoy malísimo con fiebre, tos, mocos que no me dejaran respirar por la nariz, y dolor de cabeza.
― Oh vamos, no seas exagerado― protestó Berto― ni que te estuvieras muriendo de ébola.  Además no es tan mal plan, el concierto solo durara un rato.
― No se yo...― fingí seguir protestando.
― ¿Estarías más contento si las convenzo para que vengan con nosotros?― preguntó Berto. Casi se me escapa la risa porque nuestras tristes técnicas para ligar no se le habían olvidado.
― Mucho más― respondí
― Vosotros no estáis bien de la cabeza ¿verdad?― se rió la buenorra nº1.
― Por favor― les pedí llevándome las manos al pecho―seguramente termine tirándome a las drogas, y he tomado Frenadol por lo que no se que efectos secundarios pueda ocasionarme, si me dejáis solo con ellos y escuchando rap del malo.
― ¿Es que existe rap del bueno?― ironizó la buenorra nº 2.
― Creo que acabo de enamorarme de ti― le dije yo― choca esos cinco― le pedí alzando la mano. Ella sonrió y choco la mano conmigo.

Terminamos por convencerlas de venir con nosotros. La más buenorra se llamaba Clara y la otra, que era claramente más interesante a causa de sus comentarios sarcásticos, Daphne. De camino al local donde se iba a producir el horrible concierto Piti y yo dejamos que mi primo intentara seducir a Clara y nosotros dos fuimos charlando alegremente con Daphne, aunque ella mostraba una clara preferencia por mi. Llegamos al sitio y tuve que admitir que estaba muy bien, me había esperado un antro y no lo era para nada. Había un montón de gente así que tuvimos que abrirnos paso hasta la barra donde pedimos unas copas y seguimos charlando. También tuve que reconocer que me lo estaba pasando bastante bien y que en otros tiempos, es decir, en la época pre-Mia, ya me hubiera intentado follar a Daphne. Tras estar por allí un rato y después de un par de gintonics, el concierto empezó. Me encontré a mi mismo viendo como Darío había cambiado su estilo del Bronx con uno un poco más acorde a su tono de piel (vamos el tío era más blanco que un vaso de leche); llevaba unas rastas que le llegaban hasta el culo y por fin había dejado atrás las cadenas y medallones de oro, en ese momento parecía que quería convertirse más en un clon de Rapsusklei
 que de Jamal el que vendía crack en la esquina de la octava con la novena. El tipo además estaba destrozando de manera magistralmente obscena un género musical por el cual yo tampoco sentía ningún afecto.
― ¿Por qué no seré sordo?― exclamé.
― Algo malo habrás hecho para merecer esto― me contestó Daphne entre gritos.
― Voy a salir a fumar antes de que me de un síncope.
― Te acompaño― después de comunicar que íbamos fuera un momento, salimos  nos fumamos un par de pitillos― ¿Sales con alguien?― me preguntó finalmente Daphne.
― Sí― respondí dándome cuenta que era la primera vez que respondía afirmativamente a esa pregunta.
― Lo suponía― dijo divertida― llevo haciéndote insinuaciones desde hace una hora.― Yo sonreí porque obviamente me había dado cuenta.
― No lo había notado―bromeé. Ella no parecía disgustada ni tampoco dispuesta a pasar al acoso.
― Me alegra saber que me ignoras porque tienes novia y no porque crees que soy un cardo.
― Oh vamos... sabes que estas muy lejos de ser un cardo― dije lo que ella quería oír. Y también la verdad, porque puede que su amiga estuviera más buena pero ella era también digna de veneración.
― Bueno, no es lo mismo que te lo digan que saberlo.

En cuanto volvimos en a entrar parecía que el concierto había terminado, o al menos que estaban haciendo una pausa. Hablando con mi amado primo, Piti y Clara estaba Darío.
― ¿Te acuerdas de mi primo el guapo?― le dijo Berto a Darío pasando su brazo por encima de mis hombros y acercándome más a ellos.
― ¿En serio me presentas así?― bufé. 
― Eres mi primo y eres muy guapo― se burló él.
― También acierto todas las palabras en los roscos de Pasapalabra― refunfuñé.
― Vale, pues ¿te acuerdas de mi primo el guapo y listo?
― Así mejor.
― Sí, claro que me acuerdo― contestó Darío aguantando la risa. Ambos nos saludamos.
― ¿Seguro que no sois un dúo cómico?― nos preguntó Daphne a Berto y a mi.
― Lo estamos estudiando― aseguró Berto.
― Ajá― metí baza― aquí nuestro manager, Piti, está negociando con José Luís Moreno
.
― ¿Con quién?― preguntó Clara.
― Pero mujer ¿es que no sabes nada?― me exasperé― ese que que hacía galas en TVE, que creía que era ventrílocuo y regalaba muchos ordenadores ¡cuantos jóvenes habrán podido estudiar gracias a él!

Y nos perdimos en un debate absurdo sobre Luís Moreno que degeneró en otras tonterías televisivas, seguimos bebiendo con las chicas y con otras personas que Darío nos presentó y  ya puestos, y como la íbamos ido a buscar al quinto pino, nos metimos algo de coca.
A medida que la noche fue avanzando quedó bastante claro que Clara pasaba de la cara de mi primo, pese a sus intentos de conquistarla ella se mantuvo firme y con el rato y visto que nadie se iba a enrollar con nadie, ni yo con Daphne ni Clara con Berto, ellas se fueron a su aire. No se si se marcharon a otro sitio o simplemente se perdieron entre la gente, el caso es que pese que Daphne me había caído bien, no las echamos en falta aunque Piti y yo tuvimos que pasarnos media hora escuchando como Berto se quejaba de que hubieran pasado de él. Nos animamos de nuevo rápidamente y para cuando sonaron las tres, Berto y Piti iban hasta el culo de coca y ginebra, no es que yo no me hubiera puesto fino también, que lo había hecho pero con bastante más moderación que ellos, aún así llevaba un pedo importante también.
― ¡No dejéis que me enrolle con nadie!― les supliqué en un momento dado y mostrando claros signos de ebriedad. 
― ¿Pero es que además de tener novia le eres fiel?― preguntó Berto muerto de la risa.
― Es algo que jamás pensé que vería― dijo Piti.
― Estoy muy enamorado ¿vale?
― ¿Enamorado? A ti lo que te han hecho ha sido una lobotomía...― murmuró mi primo.
― Berto, la gente madura― expliqué dignamente. Él me miró mal y se llevó a Piti a intentar engatusar a otras chicas. 

Mi autocontrol se puso a prueba mucho antes de que lo me hubiera gustado; al cabo de un rato seguía por allí con los chicos bebiendo y riendo cuando una preciosura de tía se acercó a mi. Y joder... ¡qué tía! olvidaos de que he dicho que Clara era un pibón, Clara al lado de esa chica era la hermana fea de Cenicienta, vamos ¿en serio? ¿de dónde había salido? Era alta, morena y delgada pero no flacucha, tenía un cuerpo bonito con curvas sutiles, pero con las curvas que las mujeres deben tener. Su cara era una obra de arte; rasgos ligeramente exóticos, unos pómulos de supermodelo y una boca que gritaba “bésame” o “hago unas mamadas increíbles” depende de lo sucia que cada uno tenga la mente ¿por qué el universo me ponía pruebas tan difíciles de superar? Le sonreí cuando se plantó a mi lado.
― Hola― me saludó mostrando una bonita sonrisa.
― Buenas noches― contesté sin quitarme los ojos de encima.
― Me llamo Dani― se presentó extendiendo la mano.
― Dick― respondí encajando divertido.
― ¿Qué nombre es ese?― quiso saber sin soltarme la mano.
― Mi madre es holandesa― me expliqué― ¿el tuyo viene de Daniela o debería preocuparme que tengas un pene muy bien escondido dentro de esos pantalones?― Joder ¿cómo le decía esas cosas? por suerte ella se rió. 
―Me has pillado, soy un hombre― bromeó.
― Creí que esas cosas solo pasaban si te ibas a pasar un fin de semana loco en Las Vegas. Entonces el padrino imbécil saca el tema durante su brindis en la boda “Dick ¿te acuerdas esa vez que te enrollaste con ese travelo? Tranquilo, amigo, con esa luz nos hubiera engañado a cualquiera― ella volvió a reirse realmente divertida.
― ¿Tú has visto muchas películas, no?
― Oye guapa― el capullo de Berto se puso en medio de nuestra charla― no pierdas tiempo con él, tiene novia.
― Pues claro que sí― expresó ella con pesar. 
― Yo en cambio estoy libre como un pájaro― Berto era idiota. Me hizo gracia que ella solo le dedicara una mueva.
― Ya bueno... un placer conoceos a los dos.― Dio media vuelta y se fue.
― ¡Tío!― exclamé indignado― ¿por qué coño te metes? 
― ¿Qué ha pasado con eso de “no dejéis que me enrolle con nadie”?― Ahí tenía un punto.
― Lo se― reconocí― Mia― me recordé a mi mismo― Pero ¿tú la has visto?― protesté.
― Joder claro que sí ¿por qué siempre encuentras a tías así?― el enfurruñado entonces era él― no hay derecho tío.
― Eso digo yo...― Y entonces otra chica vino hasta nosotros, era por lo visto amiga de la tal Dani y empezó a contarme una historia de lo más entretenida.
― Mira, guaperas... mi amiga Dani tiene un problema y creo que como el caballero que estoy segura que no eres deberías echarle una mano. 
― Cuéntame más― le pedí realmente entretenido.
― Como has podido ver ella es realmente un bombón― yo asentí con la cabeza― y mira, si solo fuera eso pues me daría rabia y pensaría ¡qué te den, zorra! pero es que a parte de eso es un sol, es encantadora y buena persona, muy divertida también pero la pobre tiene un gusto pésimo en hombres, bueno, no exactamente― la chica divagaba un montón.
― Creo que te estás yendo por las ramas.
― Cierto. Al grano Amaia― se dijo a si misma― Ves al tío ese, el rubio que está enrollándose con ese putón de culo escuálido― eché un vistazo con disimulo y encontré al susodicho― pues resulta que es un cabronazo, Dani está muy enamorada de él y él la trata como si fuera su puta personal. No es que tengan nada serio, pero vamos... esta noche la ha hecho venir hasta aquí y cuando ha llegado él ya estaba comiéndole la boca a ese esperpento. Así que hemos urdido un plan; encontrar al tío más buenorro del local y que este, es decir tú, se enrolle con Dani para que ese imbécil pruebe un poco de su propia medicina.
― ¿Yo soy el tío más buenorro del local?― pregunté encantado de la vida.
― Ajá. 
― Bien― entonces suspiré― creo que puedo ayudar a tu amiga― y llamé a la chica que volvió abochornada.― ¿Sabes? Deberías haber empezado por ahí― le hice saber.
― Me pareció un poco patético.
― Quiero que sepas que ese tío me parece un gran gilipollas―realmente me lo parecía, vamos... en serio ¿qué le pasaba?― y que deberías pasar de él. Estás sumamente buena y esa a la que le está comiendo los moros no te llega ni a la suela de los zapatos.
― Vaya... gracias.
― Dicho esto, como me ha halagado que me designéis como el tío más buenorro del local y en el fondo soy un alma caritativa, creo que no pasaría nada si te ayudo a montar un poco el show.
― ¿Estás seguro?― quiso asegurarse.
― Todo sea por una buena causa― proclamé. Y porque hacer un poco el tonto con esa Helena de Troya no iba a hacer daño a nadie ¿verdad?

La arrinconé contra la pared y empecé a acariciar su cuello con mi nariz mientras reseguía su cuerpo con mis manos, joder a parte olía realmente bien. Esperaba que desde fuera pareciese que le estaba metiendo mano y besándole el cuello, pero la verdad es que no toqué nada indebido y tampoco la besé. Como le prometí estábamos montando el espectáculo, aunque eso no evitó que me empezara a poner cachondo.
― Creo que tu amante nos ha visto― susurré después de unos minutos de no tan inocente magreo― ¿No va a pegarme, verdad? Parece cabreado.
― No se si puedo garantizar tu seguridad, pero como te pegue le voy a dar yo una paliza a él. No tiene ningún derecho a cabrearse.
― Bueno, los tíos no siempre pensamos con la cabeza correcta― eso último se lo dije prácticamente rozando mis labios con los suyos.
― Dick...― murmuró sin apartarme― creo que yo tampoco estoy pensando muy claramente, debería correr un poco el aire entre nosotros― No había mucha convicción en su voz.
― ¡Joder, tienes razón!― Nos separamos un poco el uno del otro y vi como el tipo se acercaba con cara de malas pulgas.
― Daniela― pronunció su nombre de manera nada amable.
― ¿Qué coño quieres, Dante?― le ladró ella. A mi se me escapó una risilla, no lo pude evitar. Me miró divertida antes de volver a encarar al tal Dante que nos estaba fulminando con la mirada.
― ¿Cuando has llegado?― le demandó en tono inquisitivo.
― Hace un buen rato, iba a saludarte pero parecías ocupado y me he encontrado a Dick por el camino― le explicó con la misma sonrisa deslumbrante que me había dedicado a mi minutos antes y abrazándome mimosamente.
― Genial, si has acabado de zorrear con este...
― ¿Este qué?― Quise saber con qué nombre iba a designarme.
― Mira guaperas, esto no va contigo―me gruñó.
― Pues yo creo que si, porque yo estaba aquí pasándomelo de lujo con ella y vienes tú, que no se quien coño eres a estropearme la noche ¿eres su novio?― le escupí.
― ¡Já!― exclamó Dani.
― No― admitió él― pero...
― Pues venga, machote― le corté― si no es tu novia, ni eres su padre ya te estás dando la vuelta y marchándote. Tu putilla de esta noche está a punto de largarse cabreada― observé― A ver si aprendes un poco, hombre― le estaba machacando... pobre imbécil― tienes las entradas demasiado pronunciadas para seguir comportándote como un capullo.

Entonces agarré a Dani y me la llevé de allí dignamente hasta otro rincón el que seguimos tonteando descaradamente. Para mi cordura ella se comportó bastante bien, es decir, no se me lanzó al cuello porque de haberlo hecho mi reacción no hubiese sido nada buena, es decir, me la hubiese follado allí mismo sin importarme una mierda quien estuviese mirando. Porque una cosa era que yo no diera el paso, pero si ella lo hubiese intentado no creo que mi autocontrol lo hubiera soportado. El tal Dante finalmente se marchó y la chica, después de darme las gracias como un millón de veces se despidió también. Yo volví con Piti y mi primo que me pusieron ambos mala cara.
― No te ha durado mucho esto de ser fiel― comentó Berto como si no quiere la cosa.
― Lo cierto es que no he hecho nada― y les expliqué lo que había pasado con Dani.
― Ese tío es gilipollas, ella era una diosa ¿por qué iba querer follarse a otra?― se preguntó Piti.
― No lo sé... porque yo solo he pasado un rato con ella y estoy increíblemente cachondo― lo estaba joder.

Para rematar la noche bebimos un poco más y nos quedamos hasta que nos echaron del local porque iban a cerrar. De nuevo en la calle y más perjudicados de lo que yo había estado un mucho tiempo compramos algo de comida a uno de los vendedores ambulantes y como iba borracho, no había sucumbido ante los encantos de la tía más buena que había visto en mucho tiempo y a los dos idiotas que iban conmigo les faltaban tantos tornillos como a mi, terminamos debajo de la casa de Mia. Hicimos patéticos y horribles intentos de cantarle una serenata mientras los tres nos descojonábamos, la gente que empezaba a salir de sus casas para ir a trabajar, porque el sol ya estaba saliendo, nos miraba mal pero no hubo señales de Mia.
― Shttt. Voy a llamarla― exclamé abrazado a una farola.
― Joder― se quejó Piti― ¿No has podido pensar antes en eso?
― No he oído que tu lo sugirieras, genio― contraataqué. Saqué el móvil y llamé a Mía, ella contestó después de algunos timbrazos con la voz algo ronca.
― ¿Dick, pasa algo?― También sonaba preocupada.
― ¡Mia!― exclamé yo absolutamente borracho― estoy debajo de tu casa, sal al balcón que te cantaré una serenata.
― ¿Pero que dices?― ella no entendía nada― Dios, son las siete y cuarto de la mañana ¿estás borracho?
― Muuucho― reconocí― pero es que me he dado cuenta que te quiero.― Ella bufó.
― ¿De verdad estás debajo de mi casa?
― Sip.
― No te muevas de ahí― seguí abrazado a la farola mientras que mi primo y Piti estaban medio en coma apoyados contra un coche.
― En serio ¿qué hacemos aquí?― preguntó Berto.
― Vosotros habéis insistido en venir.
― ¿Cuando?― quiso saber Piti.
― Cuando he dicho que yo iba a venir a ver a Mia.
― No me acuerdo― Entonces apareció Mia en pijama y zapatillas de ir por casa, despeinada, con las marcas de la almohada en la cara y viéndose absolutamente adorable. Aunque un poco cabreada.
― ¿Es que no tenéis nada en la cabeza?― nos gritó.
― Oye nena― le dijo Berto― no grites. Nosotros solo hemos venido a dar apoyo moral.
― Mia, no te enfades― le pedí tambaleándome hasta ella.
― Dios, Dick ¿cuánto has bebido?
― Un poco. Pero Mia me he dado cuenta que te quiero de verdad― ella suavizó su expresión y los dos idiotas que iban conmigo se rieron detrás de mi. Me giré para fulminarlos con la mirada pero solo sirvió para que me desequilibrara.
― No sabes lo que dices― susurró Mia. 
― Que si, deja que te cuente lo que me ha pasado esta noche.
― Oye, nosotros nos vamos― gritó Piti.
― Si, si... como queráis― que se fueran, me importaba un pepino. Yo ya estaba con Mia.
― Venga, subamos antes de que la líes más― me ordenó Mia― intenta no hacer ruido vale. Mi madre está a punto de levantarse.

Lo de no hacer ruido no se si lo conseguí, mientras subíamos en el ascensor empecé a explicarle, supongo que de forma nada coherente, las revelaciones que había tenido esa noche. Desde que por primera vez había contestado que si a la pregunta de si tenia novia a como había resistido a la tentación. Realmente no se muy bien lo que le dije, ni tampoco como llegamos hasta su cuarto, se que me quedé dormido en cuanto Mia hizo que me tumbara en su cama.