miércoles, 20 de mayo de 2015

Capítulo XVIII


CAPÍTULO 18

                   “Si pudiera volver otra vez hacia atrás 
 repetiría mil veces todo lo que hemos pasado”          
 Anticiclón (Leiva e Ivan Ferreiro)

Me desperté que pensaba que me estaba muriendo. No solamente tenía una resaca horripilante sino que además el resfriado estaba atacando con todas sus fuerzas, mi nariz estaba totalmente congestionada y estaba seguro que en breves empezaría a toser como una vieja y fumadora empedernida madame. Cuando abrí los ojos, a parte de encontrarme como una mierda, estaba de lo más deshubicado, no había estado antes en casa de Mia por lo que me llevó un par de segundos comprender que estaba en su habitación. Me estaba levantando, un poco avergonzado por la manera en que había llegado allí, es decir, lo de la serenata y mi patética declaración de amor cuando ella entró en la habitación, no parecía exactamente feliz pero tampoco enfadada.
― Buenos días, bello durmiente― me saludó con sarna. Yo le dediqué una mueca― ¿Qué? ¿Tenemos resaca?
― Me encuentro fatal― reconocí― perdona, no quería montarte un número esta mañana.
― ¿En serio querías cantarme una serenata?― se rió.
― ¡No te burles de mi!― le pedí― en ese momento me parecía una idea estupenda― y me volví a sentar en la cama cruzando los brazos enfurruñado.
― No es que no agradezca el gesto― siguió mofándose mientras se sentaba sobre sus rodillas, a mi lado, en la cama― es bastante romántico si te lo paras a pensar... y si lo haces bien.
― Ahórrame el sufrimiento y la vergüenza  y mátame ya.
― Tendría que limpiar la sangre y estoy disfrutando demasiado con esto― me dio un beso en la mejilla y se levantó de nuevo― Mi madre no tardará en llegar así que; o te vas a tu casa o te das una ducha y le decimos que te he invitado a comer. Ha sido un milagro que no se despertara esta mañana.
― ¿No hay una tercera opción, como seguir durmiendo?
― No― contestó rotundamente― y si eliges la de la ducha, que sepas que mientras roncabas te he cogido las llaves de casa y te he ido a buscar ropa limpia ¿se puede saber donde te metiste anoche? Estás asqueroso― me vino un flash de la noche anterior.
― Puede que me cayera en el baño...― ella puso mala cara― entonces definitivamente deberías ir a ducharte.

El baño de Mia era bastante pequeño, como toda la casa en realidad, pero como solo vivían allí ella y su madre era perfectamente adecuado. El piso estaba decorado de manera muy femenina y estaba limpio, limpio inmaculado. Me di una ducha rápida agradeciendo el agua caliente y cuando salí del baño Mia estaba en la cocina preparando algo que olía realmente bien. Iba a preguntarle que era lo que estaba cocinando pero tuve un ataque de tos y casi vomito los pulmones de tanto toser, Mia me miró preocupada y me tendió un vaso de agua que yo agradecí.
― ¿Te encuentras mal?― preguntó con expresión preocupada.
― Como la mierda...― respondí― Creo que tengo fiebre― estaba bastante seguro de ello. Mia puso su mano en mi frente para tomarme la temperatura.
― Estás muy caliente― yo me reí ante esa declaración y ella me lanzó una mirada nada agradable― no me refería a eso, idiota.
― Lo se, perdona― le dije antes de otro ataque de tos.
― Deja que vaya a ver si tenemos algo que te alivie el resfriado.

Mia encontró un jarabe muy malo que yo tragué rápidamente y un ibuprofeno. Terminó de prepara la comida y yo la ayudé a poner la mesa, estábamos en eso cuando su madre llegó. No puedo decir que Mia se pareciese a su madre, lo cierto es que no podían ser más distintas; la madre de Mia era, por decirlo de una manera delicada, una mujer corpulenta. Llevaba el pelo corto y rubio, aunque dudaba que el color fuese natural, tenía los ojos claros, de un color indefinido que bien hubiese podido ser azul o verde; y era casi tan alta como yo. Se me quedó mirando con abierta curiosidad y sin ningún tipo de disimulo ¿pero para qué iba a hacerlo? Yo estaba en su casa así que tenía todo el derecho del mundo a escanearme de arriba a bajo. No supe decir si estaba muy contenta de encontrarme allí.
― Mamá― intervino Mia antes de que nadie pudiera decir algo― he invitado a Dick a comer, espero que te parezca bien.
― ¿No iba a venir a cenar?― refunfuñó.
― Sí, bueno, cambio de planes. Dick, esta es mi madre, Carmen.
― Hola― la saludé yo con mi mejor sonrisa de yerno modélico― un placer conocerte, Carmen― y le planté dos besos. La buena mujer suavizó un poco su expresión y me saludó afablemente.
― Por fin te conozco― empezó a decir― pensé que Mia exageraba pero eres guapo, guapo de verdad― yo sonreí y Mia rodó los ojos.
― No se lo digas, mamá. Ya se lo cree demasiado.

Aunque Carmen era muy agradable no parecía exactamente feliz conmigo. Había algo en el ambiente que creaba cierta tensión y yo no tenía ni idea de que era, intenté ignorar lo mejor que pude esa sensación y charlé animadamente entre ataque de tos y ataque de tos y a pesar de la horrible resaca. Por suerte Mia había preparado sopa, que a parte de estar deliciosa y calentita le vino muy bien a mi cuerpo, al igual que el guiso de pollo que había de segundo plato.
― Antes de que se me olvide― le dije a Mia cuando estábamos terminando de comer― tienes que apuntarme tu DNI.
― ¿Para qué?― quiso saber.
― Para comprar los billetes― le dije. Por la cara de madre e hija supe que ahí había metido la pata hasta el fondo, Mia aún no le había dicho nada del viaje a su madre.
― ¿Billetes?― preguntó Carmen. Convenientemente en ese momento tuve un ataque de tos por lo que a Mia no le quedó otra que explicarse.
― Verás, mamá... los padres de Dick siempre le regalan un viaje para su cumpleaños y él me preguntó si quería ir con él, así que vamos a ir a Bali en semana santa.
― Ni hablar― sentenció Carmen con esa voz y ese tono tan de madre.
― ¿Cómo que ni hablar?― protestó Mia indignada― No te estoy pidiendo permiso― a mi en ese momento me hubiese venido bien que me abducieran los extraterrestres.
― ¿Es que te has vuelto loca? No te vas a ir a Bali, ni a ningún otro lado― la madre de Mia se levantó realmente indignada― ¿Crees que no te entiendo? Lo hago perfectamente, pero esto que haces no está bien, no puedes seguir así... debes decirle la verdad a este pobre chico.― Uhh... ¿la verdad? ¿qué verdad? ¿Qué pasaba conmigo?
― ¡No te atrevas!― le chilló Mia más indignada de lo que había sonado Carmen segundos antes.
― No lo voy a permitir ni un momento más, has llegado demasiado lejos con esto y sólo vas a conseguir arruinarle la vida. Te estás muriendo, Mia, como antes lo aceptemos todos mejor.

Decir que me sorprendí sería un eufemismo, más bien entré en un especie de shock ¿qué coño significaba que Mia se estaba muriendo? mi mente no era capaz de procesarlo, ni siquiera fui totalmente consciente de que Mia se levantó de la mesa y se fue dando un portazo. Yo me había quedado allí, como un inútil, con solo dos palabras rondando por mi mente: muerte y Mia. 
Sabía que Mia me ocultaba algo, no era estúpido y no había olvidado lo que pasó en Navidad ni tampoco la conversación tan críptica que habíamos mantenido justo antes de volver; pero claro ¿cómo podía imaginar que lo que ocultaba Mia era que se estaba muriendo... no, seguro que lo había escuchado mal, es decir ¿qué persona sería capaz de ocultar algo así? 
No se cuanto rato estuve perdido en mis macabros pensamientos, lo que si se es que fue la madre de Mia quien me sacó de mi ensoñación.
― Dick, perdóname... no era mi intención, ni mucho menos, de que te enterases así.
― Ella no puede, no se está muriendo ¿verdad? Lo he escuchado mal.
― Lo siento mucho― tenía lágrimas en los ojos― le he estado repitiendo una y otra vez que debía decírtelo, desde la primera vez que me habló de ti. Mia tiene un tumor cerebral, no hay nada que hacer y el tiempo se acaba.
― ¿Un tumor cerebral?― lo repetí como un loro porque aún me parecía todo demasiado surrealista.
― Le quitaron uno cuando tenía nueve años― me explicó Carmen con la voz temblorosa― fue una operación relativamente sencilla, todo salió bien y Mia no se vio afectada en nada salvo por la operación y la posterior estadía en el hospital. Pero tuvieron que quitarle otro cuando tenía quince años, aunque se lo pudieron extirpar fue una tortura, hubo complicaciones y tuvieron que operarla de nuevo... pasaron meses hasta que ella pudo volver a llevar una vida más o menos normal. No te puedes imaginar como fue, tuvo que aprender a hacer muchas cosas de nuevo; hablar, escribir, comer... creo que solo lo consiguió a base de fuerza de voluntad. Pero esta vez es distinto, no hay fuerza de voluntad que la salve, el tumor es maligno y no se puede operar sin sacrificar otras funciones. Mia no quiere operarse, está cansada de luchar y prefiere vivir el tiempo que le queda libremente a hacerlo postrada en una cama de hospital. Aunque la operaran todas las estadísticas están en contra, lo más probable es que muriese en quirófano. 

Cuando fui capaz de entender que era lo que Carmen me estaba explicando comprendí muchas cosas; las hemorragias nasales de Mia, sus pérdidas de peso y también los mareos que parecía tener a veces. Entendí porque a Mia no lo gustaba que le tocara el pelo, las veces que mis manos habían ido hasta su cabeza y ella se había apartado... mi mente voló hasta uno de mis primeros encuentros con Mia, la primera vez que intentó hacerme una mamada y como mi mano había ido de manera instintiva hasta su cabeza para marcar el ritmo, como ella se puso nerviosa y se apartó. Lo había malinterpretado todo. Me maldije a mi mismo por ser tan imbécil, por no darme cuenta de que le pasaba algo grave ¿se podía ser más idiota?
Al mismo tiempo que me maldecía por no darle más importancia a los síntomas de Mia, estaba enormemente cabreado. Lo estaba con ella por no habérmelo contado, por hacer que me enamorara de ella y estar a punto de perderla ¿cuánto tiempo le quedaba a Mia? ¿cuánto tiempo nos quedaba? Estaba cabreado porque Mia me había jodido la vida, ella se iba a morir y yo me quedaría aquí como un imbécil, solo y sin poder reprochar nada a nadie porque la que se habría muerto de cáncer sería ella ¿cómo se puede estar enfadado con  una persona que se muere sin parecer un cabrón? La respuesta es que no se puede... siempre parecerás un insensible de mierda. Joder, creo que nunca había sentido tantas emociones juntas, porque además de todo eso también estaba a punto de echarme a llorar y eso era algo que jamás hacía. No lo digo por ir de machote y por todo ese rollo de que los hombres no lloran, simplemente jamás me había pasado nada que me hiciera llorar, pero ahí estaba, a punto de explotar.
Fue la mano de la madre de Mia sobre mi hombro lo que me sacó de mi embrollo mental.
― ¿Cuánto tiempo le queda?― pregunté finalmente.
― Eso no lo sabemos con exactitud, pero su médico cree que en unos tres meses los síntomas van a manifestarse completamente― Tres meses...― una vez ocurra esto ¿quién sabe?
― Mi tío es médico, seguro que conoce a alguien que pueda hacer algo... Mia no puede morirse.
― Hemos visto a todos los neurocirujanos de la ciudad, cariño― dijo con una sonrisa triste― todos dicen lo mismo.
― Pero puede que en alguna clínica privada...― me calle porque sabía que estaba siendo irracional― tengo que encontrar a Mia― declaré levantando por fin mi culo de la silla.
― Se que es difícil lo que te voy a pedir, pero no te enfades con ella por favor. Ha actuado mal pero solo porque tiene miedo.
― No estoy enfadado, bueno sí, pero es... no se explicarlo.
― Te entiendo. Llévate su abrigo, no puede estar muy lejos. Dile que me perdone, y que me llame.

Asentí a lo que me dijo, y cogiendo mi chaqueta y la suya salí a buscarla. Encontrarla fue más difícil de lo esperado, la vida real no era como las películas románticas en la que el/la protagonista tiene un lugar secreto al que va a llorar cuando está triste. No tenía ni idea de por donde empezar a buscar a Mia, pensé que no podía estar muy lejos puesto que no había pasado tanto tiempo desde que se había marchado. Di vueltas por su barrio durante más de media hora, estaba a punto de resignarme e ir a ver si había vuelto a su casa cuando me a encontré al volver una esquina. Iba deambulando por la calle, lloraba y se abrazaba a si misma fuertemente, estaba temblando; se paró de golpe cuando vio que iba hacia ella.
― ¿Estamos en una película de Nicholas Sparks y no me lo has contado?― fue la gran tontería que salió de mi boca― llevo media  hora dando vueltas como un tonto ¿por qué te has ido así? ¿A caso pensabas que iba a desaparecer después de soltar la bomba?― Mia me miró y se sorbió la nariz.
― ¿Por qué sabes quien es Nicholas Sparks?― preguntó. Se que no era un momento para reír, que era una situación realmente dramática y uno de los momentos más jodidos de mi vida, pero no puede evitar soltar una carcajada... sí, supongo que en ese momento hubiera tenido que replantearme mi salud mental.
― Porque Olivia me obligó a tragarme “El diario de Noa” y “Querido John” la semana pasada cuando estaba de bajón, otra vez, por Lucas― Mia me miró nuevamente, esta vez como si me faltara un tornillo, y de repente se puso también a reír, inmediatamente después volvió al llanto desesperadamente y yo la abracé mientras me ponía también a llorar. ¡Viva el drama!
― Lo siento, lo siento mucho― sollozó Mia contra mi pecho―yo no quería que esto pasara. No pude contestar nada ¿qué decir en una situación así? de manera que Mia interpretó mi silencio como odio desgarrador y siguió disculpándose― se que no tengo perdón, pero te juro que yo no quería que las cosas fueran así. Cuando quise darme cuenta estaba enamorada de ti y no sabía como decírtelo, no quería que me odiaras.
― No podría odiarte nunca― confesé― ahora mismo estoy, entre otras cosas, enormemente cabreado, pero no te odio Mia. Te quiero y tengo tan revuelo de sentimientos ahora mismo que no se ni que decir ni que hacer. Detesto estar así, porque antes de que tu llegaras yo era una persona mucho más simple, es una faena estar sintiendo todo esto.
― Debí dejarte en paz después de Navidad, pero no pude... no podía dejar de penar en ti y eras lo único bueno que había en mi vida. Fui egoísta y lamento mucho que tengas que pasar todo esto por mi culpa, no te lo mereces.
― No― la paré― yo no me arrepiento de que volvieras y de encontrarte toda acongojada en el portal de mi casa, de no haberlo hecho yo habría seguido adelante, te habría olvidado y la realidad es que prefiero haber podido estar contigo. Prefiero quererte.
― Dick... voy a joderte la vida.
― Tu no te preocupes por eso ¿vale?― le pedí limpiándole las lágrimas― no es como si mi vida estuviera muy bien antes.
― ¿Por qué eres tan jodidamente bueno?
― Seguramente es porque tengo fiebre, resaca y nunca he sido capaz de enfadarme con alguien que llora. Tu no te confíes, en cuanto me encuentre un poco mejor voy  a coger un buen berrinche ¿vale?― Necesitaba aligerar el ambiente, todo ese drama estaba siendo tóxico tanto para Mia como para mi.
― Estarás en todo tu derecho.
― Lo se, y se que tu estás en tu derecho de no querer hablar con tu madre al menos en un par de días, pero está preocupada, disgustada y te quiere. Volvamos a tu casa, estás helada y no necesitamos que cojas un resfriado.
― Está bien― aceptó― pero tienes que prometerme que no vas a tratarme como si fuera a romperme, tú no, no podría soportarlo.
― Lo prometo.


1 comentario:

Ana dijo...

Por finnn!!! genial ya queria mas capitulos, pero....POBRE MIA!!!!! :¨( es muy triste. No quiero q se muera eso es muy feo.