lunes, 13 de junio de 2011

GUÍA PARA LA MUJER DEL SIGLO XXI

CAPITULO 8.


La semana pasó i de pronto me encontraba con algo de tiempo libre del que hacía mucho tiempo no disponía. Ya no me tocaba ir corriendo a casa al salir de la tienda, cenar i cambiarme la ropa sin apenas tiempo para hacer pis. En lugar de todo eso, llegaba a casa sin preocuparme de la hora, me ponía unas mallas y una camiseta y salía a correr, al volver, me daba una larga ducha y me preparaba la cena tranquilamente.

Esa semana aproveché para quedar a cenar con mis amigas, a las pobres las tenía realmente descuidadas, no por que no me apeteciera verlas, pero todas teníamos nuestra vida y nos resultaba difícil concretar un día en que pudiéramos vernos todas.

El sábado pasé a recoger a Marta, mi mejor amiga, a las 9.30, habíamos quedado quedado con las chicas a las 10 en punto así que ella me obligó a subir a su casa para ayudarla a terminarse de arreglar:


Al final Marta se puso una falda de tubo, de cintura alta i negra. Para la parte de arriba escogió una simple blusa de tirantes y botoncitos hasta la mitad. Se maquilló con unos ojos bastante discretos y labios rojos. Mientras yo la peiné con una coleta alta de aspecto desaliñado. Se puso unos zapatos peep toe negros, cogió su bolso y nos fuimos:

  • Vamos a llegar tarde.- le dije una vez en el metro.
  • Da igual, si algo tenemos todas en común es que ninguna somos puntal.
  • Eso es verdad. Oye, tú que hablas mas con ellas, ponme al día.
  • Pues...Georgina continúa como siempre, vive con su novio y sus padres le pagan el master. Cristina...bueno ya sabes como es.
  • Sí, la reina del universo. Yo no se como la aguantamos.
  • Pues porqué en el fondo es buena chica.
  • ¿Y Carla?
  • Carla está fatal, como una cabra, ahora está saliendo con un tipo muy raro y parece que no se haya duchado en tres meses.
  • ¿Por qué?
  • Ya lo verás.


Llegamos a la parada que teníamos que bajar y una vez en la superficie buscamos el restaurante, al llegar vimos que Cristina estaba en la puerta. Llevaba unos vaqueros súper ceñidos, unos tacones de aguja que me dolían los pies solo de verlos, y un top de lentejuelas mate doradas. Llevaba encima una chaqueta negra. Lo cierto es que Cristina siempre había sido muy guapa, tenía un largo y brillante cabello dorado, ojos azules y piel de porcelana. Era delgada y tenía buen cuerpo, pero era bastante bajita:

  • ¡Cris!- chilló Marta.
  • Hola ¡Por fin! ya pensaba que no iba a venir nadie.
  • No mujer, pero la puntualidad no es nuestro fuerte.- dije.- Que guapa estás.- añadí antes de darle dos besos.
  • Tú, bueno, las dos también. Como siempre ideales.- Marta se encendió un cigarro y empezamos a hablar de tonterías, al cabo de unos minutos llegaron Carla y Georgina. Me quedé loca al ver a Carla, se había hecho todo el pelo de trenzas y llevaba la ropa de la hermana de Bob Marley. Ella, que siempre había sido tan pija.
  • ¡Chicas ya estamos aquí!
  • Hola- solo contestó Marta porqué Cris y yo aún estábamos alucinando.
  • Venga, soltadlo.- dijo ella.
  • ¿Pero que te has hecho alma de cántaro?- le preguntó Cristina.
  • Nada, he decidido que el aspecto no lo es todo.
  • Claro que no.- le dijo Marta.
  • Bueno...- empecé a decir.- Las trenzas te quedan bien y ahora podré decir que tengo una amiga perroflauta.- bromeé.
  • Estás loca.- se rió Carla.
  • ¿Entramos?- esa era Georgina.- Estoy muerta de hambre.


Entramos al restaurante y en seguida conseguimos una mesa. Antes de que el camarero pudiera abrir la boca Marta le dijo que nos trajera dos jarras de Sangría. Ojeamos la carta y como el restaurante de restaurante tenía poco, era mas bien un bar de mala muerte todo era extremadamente hipercalórico: bocadillos, platos combinados y pizzas:

  • Todo en la carta es una guarrada.- dijo Georgina.
  • Lo es.- coincidí yo.- ¿Pero que le vamos a hacer? El bocadillo de bacon con queso lleva mi nombre, mañana iré a correr.
  • Tienes toda la razón, yo quiero una pizza.- Todas pedimos y mientras esperábamos que nos trajeran la comida empezamos a beber.
  • ¿Y vas a buscar otro trabajo?- me preguntó Carla.
  • Sí, supongo que sí. La cosa pinta mal, pero espero encontrar algo pronto.
  • ¿Pero de momento vas bien?- me preguntó preocupada.
  • Sí, creo que a fin de mes aún podré llegar. Pero adiós a la ropa y los caprichos.
  • No es el fin del mundo.- Carla.
  • ¿Cómo que no? ¿Qué voy a hacer yo sin ropa nueva?
  • No es mas rico el que mas tiene si no el que menos necesita.
  • ¿Sales con el publicista de Ikea?- todas nos reímos.
  • No, con el dueño.- bromeó.
  • ¡Genial!
  • Y tú Georg ¿que tal con Víctor?- le preguntó Marta.
  • Pues bien, como siempre.
  • No lo dices muy convencida.- le dije.
  • Bueno, es que puede que se vaya a trabajar a Berlín.
  • ¿Estás preocupada por eso? Tú sigues estudiando, puedes estudiar aquí y en Berlín. Puedes ir con él si se va ¿no?
  • Sí, pero es que lo tengo todo aquí, a mi familia, a vosotras,...
  • Pues lo dejas a él y ya está.- Cristina nunca había tenido mucho tacto.
  • No quiero dejarlo, lo quiero.- yo ahí bufé.
  • Dani cielo, ya sabemos tu opinión sobre el amor, pero no hace falta que reniegues cada vez.- Carla.
  • Perdón.- me disculpé.- me sale automático.
  • Lo sabemos.
  • El caso.- razoné.- es que como si tu dices “lo quieres”- dije haciendo comillas con los dedos.- vete con él, tu familia no se va a mover de aquí, puedes venir a visitarlos, y en cuánto a nosotras...ya sabemos a quién visitar en semana santa.
  • ¡Claro que si! Los alemanes están muy buenos.- Cristina.
  • Y los suecos también ¿verdad, Dani?- Marta.
  • Ja- Ja.- reí irónicamente.
  • ¿Sueco?- dijeron las chicas de pronto interesadas.
  • Rubio, metro 90, ojos azules, cuerpo de infarto.- Marta hizo una muy acertada descripción de Lars.
  • ¿Cuando lo has conocido?
  • Hace unas cuantas semanas, de fiesta.
  • ¿Sales con él?
  • Yo no salgo con nadie, sólo nos hemos acostado un par de veces.
  • Pues yo me casaba con él.- dijo Marta.


Durante la cena seguimos hablando de idioteces, cuando nos terminamos la comida nos pasamos a las copas y a la una de la madrugada entre la sangría y las cervezas de después ya íbamos bastante “contentas”, salimos del bar tambaleándonos y fuimos hasta otro bar, allí nos pasamos a bebidas un poco mas fuertes, mis amigas se sentaron en una mesa y yo me acerqué a la barra a pedir gintónics para todas. Dos copas después yo estaba dispuesta a subirme a la mesa y bailar como una posesa, las otras no estaban mucho mejor que yo. Del bar en el que estábamos nos fuimos a una discoteca, el trayecto hasta el lugar nos había servido para despejarnos un poco, ya que lo habíamos hecho a pié. Entramos y el lugar estaba atestado de gente, no se en que momento de la noche perdí a mis amigas, supongo que en uno de esos que vas al baño sola y no consigues volverlas a encontrar, las llamé al móvil, pero nada. Tampoco sin saber muy bien como terminé hablando con dos chicos, me invitaron a una copa y después de un rato empecé a encontrarme mal, les dije a esos dos que me iba y me abrí paso entre la gente hasta conseguir salir a la calle. El aire fresco me vino bastante bien y cuando me sentí un poco mas recuperada me di cuenta que los dos tíos me habían seguido a la calle:

  • ¿Estás mejor?- me preguntó uno.
  • Sí, gracias. ¿Por qué no volvéis dentro? Yo me voy a ir a casa.
  • Tranquila ¿quieres que te acompañemos?
  • No, no hace falta.
  • Que si venga, vamos, tenemos el coche aquí mismo.- me dijo uno cogiéndome el brazo.
  • Oye suéltame, que no hace falta que me acompañéis.
  • Vamos tía no seas, así, lo pasaremos bien.
  • ¡Que he dicho que no!-


Me deshice de su agarro y caminé para quedarme mas cerda de la puerta de la discoteca. Esos dos tíos no me hacían ninguna gracia y no quería irme sola a casa en el metro. Miré mi monedero y no tenía dinero para un taxi, resignada saqué el móvil y llamé a Edu. En su móvil no contestaba así que llamé a casa, sonó durante unos segundos hasta que contestaron:

  • ¿Diga?- era Hugo y su voz estaba ronca, supongo que el pobre debía estar durmiendo.
  • Hugo, soy Dani siento despertarte.
  • ¿Dani? ¿Te ha pasado algo? ¿Estás bien?
  • Sí, estoy bien, pero bueno ¿puedes despertar a Edu?
  • Edu no está en casa, Dani.
  • Oh...
  • Pero si yo te sirvo, dime ¿qué necesitas?
  • Verás, necesito que vengas a buscarme. No tengo dinero para un taxi y hay dos tíos que bueno...no quiero volver sola en el metro.
  • Dime donde estás.


Le dije donde estaba y él me dijo que no me moviera, que enseguida venía. Le dije que cogiera mi coche. Diez minutos después, en que esos dos idiotas no dejaron de molestarme, mi coche y Hugo aparecieron, Hugo paró y yo me apresuré a subir.

  • ¿Estás bien?- me preguntó preocupado.
  • Sí, gracias por venir a buscarme. Siento haberte sacado de la cama.
  • No pasa nada, pero pensaba que habías quedado con tus amigas.
  • Sí, pero las he perdido hace rato, las he llamado y nada.
  • ¿Y esos dos de dónde los has sacado?
  • No lo se, me los he encontrado por dentro y como iba borracha y todo me daba igual supongo que he terminado hablando con ellos.
  • Has hecho bien en llamar, no tenían muy buena pinta.
  • Lo sé, gracias, en serio.


Llegamos a casa y como yo aún estaba un poco mareada Hugo me cogió de la cintura para estabilizarme. Como él ya me había anunciado Edu no estaba en casa, yo me dejé caer en el sofá y me agache para quitarme los zapatos, al hacerlo aparecieron náuseas y dos segundos después yo estaba corriendo hacia el baño, llegué justo a tiempo de echar toda la pota. Estaba yo vomitando, con mi dignidad por los suelos cuando Hugo hizo acto de presencia y me sujetó el pelo:

  • ¿Pero cuánto has bebido?- dijo.- Nunca pensé que llegaría a verte así.
  • Vete.- conseguí decirle.
  • No me voy a ir, estás fatal. Y de paso podré recordarte esta borrachera cuando te metas conmigo.
  • Eres un idiota.


Pero mi sistema digestivo no me permitió seguir hablando, al menos al día siguiente no tendría que ir a correr para eliminar de mi organismo la cena, mi estado de bulimia no intencionada ya lo estaba haciendo. Cuando terminé de vomitar me arrastré hasta el lavabo para lavarme los dientes, Hugo me ayudó:

  • Creo que deberías darte una ducha, he llegado un poco tarde para salvar tu pelo.
  • Que asco me doy.- dije aún borracha.
  • Son cosas que pasan, anda, metete en la bañera, te sentará bien.
  • No puedo.- Yo estaba sentada en el suelo incapaz de ninguna actividad humana.
  • Deja que te ayude.- Hugo me levantó del suelo y me sentó en el retrete, me quitó los zapatos y el vestido.
  • Tu lo que querías era verme en pelotas.- le dije.
  • Sí, no hay nada que me guste mas en el mundo que ver a una tía borracha, con el pelo sucio de vómito desnuda.
  • ¿Tan mal estoy?
  • Estás horrible, pero tranquila, mañana volverás a ser la reina de la belleza.


Hugo terminó de desnudarme y me metió en la bañera, luego el agua fría me golpeo duramente. Pero si, la ducha me vino bien. Después de unos minutos bajo el agua fría, Hugo pasó a la caliente, me lavó el pelo y después de eso me envolvió con mi albornoz y me llevó a la cama.



Siento la tardanza pero es que he estado de exámenes. Como siempre espero que os guste y espero vuestros comentarios.

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